sábado, 9 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte veinte)

Clotilde, nos vamos

-Esta pasó en la Mafalda, - cuenta Raul, - habíamos ido con un amigo y un amigo de ese amigo que siempre quería estar desde que el sauna abría hasta el horario de cierre. Esa tarde mi amigo y yo ya estábamos cansados y nos queríamos ir temprano, pero el amigo de mi amigo no salía nunca de los reservados.

Entonces mi amigo se para en la puerta de los privados y comienza a llamar, con voz bien fuerte: ‘Clotilde, nos vamos’. El otro reconocía la voz, pero no respondía nada, para no quedar en evidencia. Y todos los putos del lugar, muriéndose de risa, gritaban a coro: ‘Clotilde, a casa. Clotilde, ya es hora. Clotilde, te llaman’.

Al rato la ‘Clotilde’ salió sin decir nada, pero todos se dieron cuenta quién era, y se convirtió en el centro de todas las miradas y los comentarios socarrones.

Ya en la vereda, Clotilde, se empezó a quejar: ‘¿las señoras no podían esperar un poco más? ¿Tanto apuro tenían?’

Holyday on milk

-Cada sauna tenía alguna particularidad, que lo hacía diferenciarse de los otros. En el For Friends había un cuarto al que llamábamos la sala del colchonazo. Ellos la proponían como la sala de relax colectiva. Pero el relax en un sauna todos sabemos a qué es igual, ¿no? – preguntaba retóricamente Raul.

-La sala tenía un inmenso colchón de espuma, todo forrado de plástico negro. Era como un cuarto oscuro, pero con un colchón. Y todos lo usaban para hacer puterío y nadie se preocupaba de ver donde acababa. Lo que hacía que el colchón, a lo largo de cada día, se vaya convirtiendo en una especie de pista de deslizamiento. Si de repente estabas sentado ahí en medio y querías salir del cuarto, podías hacer como un holiday on ice, pero solo que ahí, era holiday on milk.

(Continuará)

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