miércoles, 25 de noviembre de 2009

Fernet con cola

Javier tiene treinta y un años. Sabe que le gustan los hombres desde su adolescencia, cuando siendo miembro del grupo parroquial, se sentía profundamente atraído por el cura Pablo, que hacía todo lo posible para ser compinche de los jóvenes del grupo (hasta fumaba porro con ellos).
En el grupo parroquial había chicos y chicas, y Javier se puso de novio con una de las chicas del grupo, posiblemente porque todos lo hacían, para no desentonar. O tal vez para demostrarse que podía ser objeto de deseo para alguien. Es que desde pequeño, Javier vive con un sobrepeso importante. En la secundaria llegó a pesar ciento cincuenta quilos.
Fue durante esos años de baja auto estima que el padre Pablo se fue acercando a Javier. Hasta que una siesta de otoño, de esas en que el tiempo es cómplice, Javier y el padre Pablo tuvieron su primer encuentro carnal. Javier no estaba muy tranquilo, sabía que lo que estaba pasando no estaba bien visto en el medio en que se movía, pero los hombres calvos lo podían y el padre Pablo completaba todas sus fantasías.
Como parte de la tarea del grupo de jóvenes, Javier visitaba un centro de rehabilitación. Allí conoció a Jerónimo. Primero fue el acompañante terapéutico, luego fueron amantes. Jerónimo que se incorporó al grupo de amigos de Javier, se puso de novio con otra de las chicas del grupo. Salían los cuatro juntos, Javier y Jerónimo con sus novias. Como eran del grupo parroquial no había sexo con ellas. Cuando las dejaban en sus respectivos domicilios, ellos pasaban el resto de la noche juntos.
Después de muchos años de noviazgo, Javier terminó con su chica. No porque se hubiera terminado el amor. Es que ya no podía aparentar más. También terminó con Jerónimo, que a su vez había roto con su novia.
Fue entonces que Javier, de un metro sesenta y seis y ciento cuarenta quilos, escuchó hablar de los Osos. En el grupo parroquial había conocido a Rolo. Rolo era delgado, algunos años mayor que Javier, calvo y muy peludo. A Javier le gustaba Rolo, pero nunca se animó a decírselo porque pensaba que Rolo lo rechazaría. Una noche, Rolo le confesó a Javier que era gay. Javier, aliviado, le contó lo suyo (evitó la parte en que tenía sexo con el cura). Rolo le dijo que había escuchado de unas fiestas, de un club, donde los gorditos tenían un lugar preferencial. Javier escuchó con atención. Aceptó la propuesta de ir juntos un sábado por la noche a una de las fiestas anunciadas y esperó impaciente el día.
Llegaron puntuales al lugar. Pero Javier y Rolo, antes de entrar, se sintieron inseguros. Javier repetía, no me van a dejar entrar, soy demasiado gordo, me van a poner cualquier excusa y no me van a dejar entrar. Rolo, que estaba algo más decidido a entrar y quería que su amigo lo acompañe, le propuso, vamos al bar de la esquina, nos temamos un fernet con cola para darnos ánimo y entramos.
Entraron, Javier no solo descubrió un nuevo mundo para él, sino que esa misma noche se fue acompañado. Pero esa es otra historia.