lunes, 31 de enero de 2011

El escritor




Me imagino escribiendo un texto solo con metáforas, palíndromos, hipérboles, hipérbatos, sinónimos, anagramas, acrósticos, antónimos, sinécdoques, neologismos, paradojas, acrónimos, metonimias, dobles sentidos, palimpsestos, ironías, metalepsis, paradigmas, epítetos, silogismos, aliteraciones, circunloquios, entre líneas, perífrasis, cacofonías, arcaísmos, sinestesias, hipertextos, anacronismos, sarcasmos, onomatopeyas, elipsis, prosopopeyas, digresiones, parábolas, esteticismos, paráfrasis, equívocos, oxímoros, pleonasmos, soliloquios, tautologías, falacias…

El texto urdirá intrigas, tomará atajos, descubrirá conspiraciones, elucubrará soluciones, descifrará acertijos, ignorará dogmatismos, anticipará catástrofes, declinará acuerdos, impedirá traiciones, desvendará crímenes, ponderará bacanales, evitará asesinatos, inspirará héroes, sospechará violaciones, tergiversará pactos, sonsacará informaciones, decidirá futuros, minimizará consecuencias, ocultará sospechosos, incriminará inocentes, enjuiciará culpables, maldecirá traidores, murmurará venganzas, descorazonará románticos, estremecerá cínicos, ilusionará crédulos, obsesionará hipocondríacos, emergerá victorioso, alucinará entusiastas, consagrará utopías, acunará afectos, triunfará orgulloso.

Pero no creo que pueda.

lunes, 10 de enero de 2011

Seis grados de separación

Mirábamos tele con Raul cuando en una publicidad aparece un gordito de ojos saltones. “Lindo”, dije. “Sí, y es gay” me respondió Raul, “¿sabés de quien es la pareja? De aquel actor flaco que te conté que cuando eran pareja estafó a mi amigo Nelson de San Pablo”. “Me acuerdo. Me contaste de Nelson cuando su actual pareja vino a Río con los dos curas canadienses que conoció por internet y nos encontramos todos en el sauna de Osos”. “Ese mismo” concluyó Raul.

La teoría de los seis grados tiene razón. El mundo es un pañuelo.


Una tarde de domingo, hace unos ocho o nueve años, estábamos en la pileta del club de Osos, en Buenos Aires, y cuando la tarde caía y ya habíamos estado en el agua, tomado sol, tomado mate, fumado todo lo que había para fumar, comido facturas, escuchado música y el tedio comenzaba a apoderarse de los presentes, alguien propuso que juguemos a algo. No faltaron las propuestas de “dígalo con mímica”, “el pictionary” en un pizarrón y todos los juegos grupales que se mencionan en esas ocasiones. Todas eran sistemáticamente rechazadas.

Entonces se me ocurrió proponer jugar a los “seis grados de separación osuna”. Casi nadie sabía de lo que les hablaba. Mencioné el juego con Kevin Bacon que había sido popular hacía unos años y algunos lo recordaron. La variante que proponía era que el vínculo no sería de amistad como formula la tesis original, sino sexual. Mi teoría sostenía que en cualquier grupo de Osos para llegar de uno a otro miembro se cumple la teoría general, pero habiendo tenido sexo.

“No te entendí” dijo Carlos “explícamelo con un ejemplo”. “”Es así: hay que llegar de A a B en seis pasos como máximo. De A, por ejemplo, Juan a B, Carlos. Juan tuvo sexo con Guillermo, Guillermo con Jorge, Jorge con Daniel, Daniel con Aníbal, Aníbal con Julio y Julio con Carlos. De Juan a Carlos llegamos en seis pasos.

“Entendí” afirmó José “pero no sé si voy a jugar; es un poco peligroso”. “¿Peligroso?” se sorprendió Mauro. “Sí” amplió José “si para armar una de esas cadenas salta una relación que alguien no quiere blanquear, se pudre todo, ¿no te parece?”. “Tenés razón” terció Julio” pero eso me parece lo más interesante. Saber armar la cadena sin mandar a nadie al frente. Si no, no hacen falta los seis pasos, con dos o tres llegamos a todos”. La carcajada –nerviosa- fue general. Y comenzó el juego.


Sorteamos el primer turno y el primero tenía que elegir dos presentes al azar y entre todos había que armar la cadena. Las miradas furtivas, fulminantes, se sucedían de una punta a la otra de la ronda. Se fueron haciendo los vínculos –con el debido cuidado- y nadie se enojó. Había relaciones pasadas como para no mandar a nadie al muere.

El grupo ya le había agarrado la mano al juego. Entonces, Oscar, que había sido el más reacio a aceptar la tesis, propuso a dos de los presentes que parecían los más difíciles de relacionar. El Ingeniero, uno de los fundadores del club y el Cocinero, que se había incorporado hacía pocas semanas. Parecía que se había encontrado la fisura en la teoría. Me concentré y cuando ya estaban por declarar refutada mi tesis, anuncié: “el Ingeniero fue pareja de Jota Jota; Jota Jota salió con el Marplatense; el Marplatense estuvo un tiempo con Manchita; Manchita estuvo un año con el Peluquero; el Peluquero fue pareja muchos años del Doc y el Doc era la actual pareja del Cocinero”.





La tesis fue defendida. El juego terminó ahí. Nadie quedó enojado. Pero nunca más jugamos. Por las dudas.