sábado, 21 de septiembre de 2013

Un poderoso afrodisíaco


Cuando pensaba en contar esta historia llegué a evaluar la posibilidad de decir que le había pasado a un amigo. Pero enseguida pensé que era falsa modestia. Y, como ustedes saben, no soy falso y, mucho menos, modesto. Entonces, el protagonista de estas dos historias muy parecidas, que sucedieron con unos ocho años de separación, es este humilde servidor – si se me permite el chiste-.
 
Era el año 2005 y en una fiesta que hicimos en nuestro Club de Osos en Buenos Aires conocí un gordo que estaba para chuparse los dedos. Terminamos la noche en un hotel del barrio y en los juegos previos me dice: soy solo pasivo, por la medicación que tomo no tengo erección. ¿No hay problema? Para mí no había problema. Y lo pasamos muy bien. Él no vivía en Buenos Aires, regresó a su provincia y mantuvimos contacto por mail.

 
Regresó a Buenos Aires un par de meses después. Nos encontramos en mi departamento y a poco de habernos desnudado, le pregunto con picardía: ¿Qué es esto?  Mientras le agarraba con ganas lo que más parecía una estaca que un miembro que no funcionaba. Entonces me respondió: es que vos sos un poderoso afrodisíaco. En el momento me resultó gracioso. Pero la pensé un poco y me dije: ¡Mirá vos!
 
Ya viviendo en Rio, en una fiesta de Osos, descubro un gordo que te cortaba el aliento de solo verlo. Pregunto a mis amigos si lo conocen y todos confirman y agregan que además, es una buena persona. Me le pegué como estampilla al sobre y cerca del final de la noche lo invité a venir a casa. Me dijo que no podía, pero que podíamos ir un rato al cuarto oscuro. Acepté el premio consuelo y tuvimos unos de esos entreveros que se olvidan rápido. Intercambiamos teléfonos y pensé que ya no lo volvería a ver.
 
Hace unos días recibo un mensaje de texto que decía: estoy por tu barrio, ¿podemos encontrarnos? Era él. Maldije lo diminuto de los teclados de los teléfonos modernos que no me permiten teclear a la velocidad de mi deseo. Por supuesto. Alcancé a responder. La pasé la dirección y llegó en pocos minutos. Cuando el marcador estaba uno a cero a mi favor, le pregunté si estaba todo bien. Sí, perfecto, estoy tomando una medicación y aunque consigo excitarme, no consigo eyacular. ¿Todo bien para vos? Sí. Respondí. Todo bien para mí.
 
Pero un rato largo después, cuando el marcador ya me tenía tres a cero arriba, comienza a masturbarse y me pide que le chupe los pezones. El producto obtenido fue abundante. Lo miro, con la pregunta en la mirada, y me dice: no se suponía que debía suceder, pero… Sí, ya sé. Lo corté. Y le conté la historia que me había sucedido hacía ocho años. Se rió con ganas y con el resultado final de tres a uno, se fue a su casa reclamando la revancha.



jueves, 19 de septiembre de 2013

Rubén

No es la primera vez que recuerdo a Rubén este blog.

Pero mañana, 20 de septiembre, se va a realizar un acto en su homenaje y me pidieron del Club un texto para difundir.


Entonces escribí esto:


Ojos de mirar sincero

Rubén Terminiello 1947-2010

(Club de Osos de Buenos Aires)

No pocos socios, aún hoy, después de tres años, dicen que cuando el Club, nuestra casa, está silenciosa, se puede escuchar a Rubén que llega caminando con su paso cansino y su sonrisa estampada de modo indeleble en su cara buena.

Llegó al Club como muchos, buscando un espacio de pertenencia. Y se quedó para alegría de todos. Había escuchado de la existencia de los Osos en lo de su amigo, el gordo Lito, a quien lo unía una amistad de casi 40 años. Esas amistades que se forjan al haber “yirado” las mismas veredas y estaciones de tren, al haber “tetereado” juntos y de haber compartido - junto con el tercero del trío-, alegrías y tristezas. Se llamaban a sí mismos: la Tota, la Pocha y la Porota. Y fueron amigos hasta el fin.

En el club siempre tuvo una actitud generosa de colaboración. En silencio. Sin ostentar. Es que Rubén tenía una larguísima experiencia en trabajo en grupos y en búsqueda de respeto por los derechos –en nuestro caso- de las minorías. Militó políticamente; fue parte del primer grupo LGBT de Argentina, Nuestro mundo; formó parte de Comisión contra la violencia policial; formó parte del grupo de apoyo a Madres de Plaza de Mayo, etc.
 
Por ser uno de los más veteranos, muchos lo buscaban en busca de consejo o solo de un oído atento que los escuche y contenga. Y siempre también estaba dispuesto a ser parte de la fiesta.

Formó parte de más de una comisión directiva del Club y, al momento de su fallecimiento, era el presidente de nuestro querido Club.
 
La dimensión social que tuvo toda su vida no estuvo ausente en su paso por el Club. Era uno de nuestros vínculos con los diversos grupos de vecinos del barrio donde está nuestra casa; participaba de muchas de las convocatorias realizadas por los vecinos y junto a ellos marchó reclamando por la justicia y la verdad.


 
Rubén tenía un mirar sincero, simple, amable. Le gustaba conversar largamente frente a un café confidente –que siempre tenía pronto- y compartiendo un chocolate. Era hincha de Independiente de Avellaneda (solía llevar un pequeño colgante con el escudo de los Diablos Rojos).  Disfrutaba de la lectura, el cine, la música, el teatro… Pero su principal hobby era recorrer ferias, de todo tipo, con su mano en el brazo del hombre amado.
 
Rubén era –es, siempre estará presente entre nosotros- un hombre bueno.  


 

Franco Pastura

 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Versátil

Puedo ser el asesor del diputado:


 
 
O la cara de la invitación a una fiesta de Osos:
 
 
O el gordo puto de siempre.
 
 
 
 
Pero ya ni siquiera puedo hacer el chiste de cuando tenía 51…
 Hacé de cuenta que soy como tres de 17.
 
Ahora alguno va a tener que asumir responsabilidades.
 
 
 
 
 
 
 
 


lunes, 9 de septiembre de 2013

Una con final feliz

Un lector habitual de este blog, al leer la anterior publicación, comentó que le había gustado pero que le gustaban más las que tenían un final feliz.
 
Busqué en mi memoria y allí estaba la historia.
 
Hace algunos años, cuando aún vivía en Buenos Aires, una noche, cerca de la una de la mañana, suena mi teléfono. Yo dormía y con voz pastosa respondí. “Hola, ¿Franco?” “Sí.” Dije sin poder despertarme del todo. “Soy Edgardo”. “Edgardo. ¡Qué sorpresa!”
 
Edgardo es uno de esos gordos lindos que de solo verlos se te hace agua la boca. Habíamos tenido un encuentro apasionado y luego él se había puesto en pareja. Yo le seguía haciendo insinuaciones para reincidir, pero él se mantenía incorruptible en su relación monogámica.
 
“Disculpame. Dormías. Me dijo Diego que te podía llamara a esta hora, que seguro estarías escribiendo el libro.” “Hoy justo me vino el sueño temprano y me había dormido hacía media hora. Pero decime. ¿Te puedo ayudar en algo?” “La verdad, sí. ¿Puedo pasar por tu casa ahora? Llego en veinte minutos. Estoy angustiado y no tengo nadie con quien hablar.” “Sí, claro. Te espero.” Respondí y me volví a dormir.
 
Media hora después sonó el timbre. Me puse algo y bajé  a abrir. Cuando salíamos del ascensor no pude dejar de mirarle el culo.

 
Una vez en mi departamento nos sentamos junto a la mesa de la cocina y sin preámbulos me largó una catarata de lamentaciones que involucraban principalmente a su pareja. Yo seguía medio dormido y decidí interrumpirlo para ver si conseguía despertarme. “Vamos por partes. ¿Querés tomar algo? Así te tranquilizás un poco.” Aceptó té. Y siguió su monólogo.

El nudo era que: su pareja le había afirmado que era versátil y en realidad era solo pasivo. “Pero para descubrir eso no necesitabas tres años de relación; la primera noche te das cuenta, ¿no?” Le largué sin anestesia. “Es que esa primera vez el me dijo que estaba nervioso. Después que tenía un problema con el  prepucio. Después que la medicación por la presión alta no le permitía una buena erección. Y siempre repetía que cuando estuviera bien me iba  a mostrar cuánto deseaba penetrarme. Y ya son tres años que tengo que hacer de activo.”

Mientras lo miraba tomar su té me acordaba de las barbaridades que decía Humberto Tortonese en el programa de la Negra Vernaci. “Y, lo que pasa que cuando el culo te pide, el culo te pide. Y no hay nada que hacer.” Repetía Tortonese.
 
“¿Qué querés hacer? Son las dos y media. ¿Vas a volver a tu casa?” “No.” Me respondió.  Lo voy a dejar solo unas cuantas horas para que sepa lo que se pierde.” “¿Y qué vas a hacer?” Dije pensando que yo tenía sueño. “¿Me puedo quedar acá?” “Claro. Pero yo quisiera acostarme, porque estoy con bastante sueño”. “Está bien.”
 
Él sabía que yo tenía solo mi cama para ofrecerle. Pidió permiso y pasó al baño. Luego fue mi turno. Cuando llegué al dormitorio él ya estaba en la cama. Se podía ver todo su torso desnudo y la insinuante barriga al aire; la sábana lo cubría de la cintura para abajo. Me desvestí, dejándome solo el bóxer y me acosté. Acerqué mi cara a la suya, diciendo: “Un beso de buenas noches. Que descanses.” Y allí comenzó el final feliz.

Besos ardientes. Caricias insolentes. Abrazos indecentes. Manos atrevidas palpando todo a su paso. Bocas hambrientas comiendo cuanta parte corporal quisiera entrar en ellas. Lenguas imprudentes ingresando en territorios exóticos. “Despacio.” Fue lo único que dijo mientras lo penetraba.

Antes de dormirnos dijo que se iría temprano para evitar que su pareja comenzara a buscarlo por los hospitales y comisarías. Junto con la llegada de las primeras luces de la mañana escuché que se movía en la cama. Lo aprisioné antes de que se bajara y tuvimos el segundo final feliz.

Lo seguí viendo durante años. Él siempre junto con su pareja. En público siempre nos tratamos como dos antiguos amigos. Cada tanto sonaba mi teléfono en horas impropias y recorríamos nuestro conocido camino hacia los finales felices.

martes, 3 de septiembre de 2013

El asesor del diputado



Me hubiese gustado poder contarles una historia donde - en la playa, en un bar o en un sauna – este humilde servidor conocía al asesor de un diputado que estuviera más bueno que comer pollo con la mano. Uno de esos dioses vikingos que te dejan sin aliento solo de pensar lo que deben ser desnudos y, claro, están en tu cama.



Pero no.

Esta vez la historia es bien diferente.

Fui invitado a formar parte – en mi solemne carácter de Gordo Puto - del Consejo Asesor del Diputado Nacional (por el Estado de Rio de Janeiro) Jean Wyllys.

En la primera reunión el diputado presentó los temas en los que está trabajando actualmente. Luego, varios de los 35 miembros que forman el Consejo Asesor – entre ellos activistas culturales, activistas por la diversidad sexual, docentes, psicólogos, escritores, bibliotecarios, miembros de las iglesias de matriz africanas, periodistas, abogados, estudiantes, escribanos, etc. - fueron planteando inquietudes y haciendo reclamos de los que, el Diputado, fue tomando nota para encaminar hacia el temario de la Cámara Baja.

Cuando mencionaba que hubiese preferido hablar de temas más… banales, lo hacía con el recuerdo vivo de la gravedad –y variedad – de temas que se mencionaron en la reunión del citado Consejo Asesor. Voy a enumerar algunos:

Un diputado federal en ejercicio fue condenado por desvío de fondos públicos y asociación ilícita. La votación de la Cámara – por la expulsión o no – dio como resultado que no, que no había que expulsarlo. Los votos por su expulsión no alcanzaron el mínimo necesario… Y el mentado diputado está en la cárcel cumpliendo 13 años de condena.

Según los datos del último censo existen en Brasil – al menos – 600.000 niños que no están registrados en el registro nacional de personas. Es decir, no existen.

En los recientes episodios de represión (junio-julio-agosto pasados) padecidos por los manifestantes que reclaman en las calles por mejor salud, mejor educación, mejor transporte, menos corrupción, etc., la policía de Rio de Janeiro tiró gases lacrimógenos dentro de un hospital público, argumentando que allí se escondían “vándalos”. La consecuencia de ese salvaje hecho policial fue de 15 personas – que estaban internadas - muertas por efecto colateral de los gases. La información no sale en los medios y los manifestantes ahora reclaman también por esos muertos.
Además, dos de los presentes testimoniaron que, las balas de goma que disparó la policía carioca, están revestidas de acrílico. Esto les fue revelado a las víctimas de los disparos policiales por los médicos que les retiraban los restos de ese material en el lugar del cuerpo donde les habían pegados las “balas disuasorias”.

Los representantes de la cultura presentaron un panorama desalentador: falta de presupuesto, edificios en ruinas (la Unesco llegó a plantear la conveniencia de cerrar la Biblioteca Nacional por falta de condiciones para seguir funcionando), falta de programas coordinados, etc. Entonces Jean Wyllys amplió: del presupuesto nacional el 47% se destina a pagar deuda; menos del 1% se destina a Cultura…
Pero el endeudamiento sigue. Sobre todo para preparar los grandes eventos: Mundial de Fútbol y Olimpíadas. Pero no se define el proyecto que pide que se disponga de recursos para evitar que en torno a esos eventos populares no se incremente (ya que la que existe es enorme) la explotación sexual de menores.

Otra preocupación fue la política impuesta de llenar las cárceles de “negros, pobres y favelados”. Brasil es el tercer país del mundo en cantidad de personas presas: 550.000. El mandato de Jean Wyllys sostiene su postura de no bajar la edad de imputabilidad. Pero no lo acompañan muchos en esta cruzada.

La situación de las Iglesias de matriz africana es dramática. Una breve historia: hace un tiempo un pastor evangélico de Rio de Janeiro–de los fundamentalistas- fue preso por tráfico de droga y pedofilia. Una joyita. El nefasto diputado-pastor Marcos Feliciano – reconocido racista y homófobo que preside la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados de Brasil (y no es chiste) - se entrevistó personalmente con el Ministro de Justicia de la Nación para presionarlo pidiendo la libertad del Diputado-Pastor-Traficante-Pedófilo. Como no consiguió la libertad de ese delincuente, los fundamentalistas evangélicos están destruyendo en represalia las Hermandades y Espacios Sagrados de los que practican religiones de matriz africana.

Se habló de legalización de drogas; de despenalización del aborto; de programas de educación sexual laica (las aulas de Brasil manipuladas por católicos y evangélicos se convierten en templos en lugar de lugares de enseñanza y no siempre se cumple lo que dijo una travesti presente en el Consejo, “lo único que consiguieron las religiones en mi fue hacerme atea…”); ley de identidad de género, etc.

Mención aparte requirió la propuesta de Criminalización de la Homofobia. Contó Jean Wyllys que desde el PT (sí, el partido gobernante, el de la inefable Dilma y el famoso Lula) tratan de vaciarlo políticamente difundiendo una mentira: que él, Jean, se opone a la criminalización de la homofobia. Aclaró que a lo que se opone es a la penalización tal como se la concibe hoy. Se debe criminalizar la homofobia, dice, pero hay que pensar muy bien el tipo de pena. Las cárceles de Brasil como existen hoy, no resolverían de ninguna manera el problema de los que padecen de homofobia.

Y mucho más se habló en las casi cuatro horas que duró la reunión.

Y no. La historia no tuvo final feliz. No terminé en un cuarto de hotel con un gordo maravilloso.

Solo me quedó un sabor amargo.


Igual, voy a seguir participando.