martes, 5 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte dieciséis)

Elsa, la mechera

-Como en todo grupo humano, había en esa heterogénea multitud que poblaba los cines, todo tipo de personajes. Hombres de diferentes clases sociales, profesiones, calidad de vida y cualidad moral; había de todo un poco. No todos iban para satisfacerse sexualmente. Y no todos eran agradables. También estaban los que iban a los cines simplemente a robar. -Explica Raul.–

Sucedía que algunos de los más atrevidos, en medio de la acción descontrolada, quedaba con los pantalones por los tobillos o, algunos, directamente se desnudaban y dejaban la ropa en cualquier rincón. Debían creer que nadie tocaría nada. O era tal la calentura que ni lo pensaban.

Pero no era así: allí estaban también, en medio de los fieles frecuentadores de los cines de levante, los que aprovechaban para robar. Había una loca que era conocida como la Elsa, que robaba las billeteras de los pantalones que andaban por el piso.

Pero también, en ese grupo tan peculiar, había personajes tan inesperados como la Elsa aunque con otras intenciones: estaba Lucio, por ejemplo, que también era de los que arrancaba su rutina diaria en el cine Don José, y que además, era investigador de la Policía Civil.

Cuando descubrió lo que sucedía en la oscuridad de los rincones del cine, dejaba que los que robaban tomasen todo lo que podían. Él los esperaba en la puerta del cine, impidiéndoles la salida, con la identificación de policía en la mano. Las locas ladronas, tomadas desprevenidas, se pegaban tal susto que ni se les ocurría escaparse. La intención de Lucio no era detenerlas, ni darles un sermón, ni nada. Solo les hacia entregar lo robado.

Recuperado el botín, se los devolvía a sus respectivos dueños.

Aquellos gloriosos agujeros

-Hasta se usaban las aberturas de una reja que, a modo de decoración, había como separación entre una sala y un pasillo el cine Paisandu.- Era Raul una vez más quien recordaba.

-Era muy gracioso ver como delante de todo el mundo, algunos usaban esas pequeñas aberturas entre las rejas como si fuesen verdaderos Glory Holes, aquellos agujeros que hay en algunos dark rooms, pero que acá eran tan solo parte de un decorado y además estaban en el medio de un cine.

En uniforme de trabajo

-Tampoco me puedo olvidar del almacenero.- Se divierte Raul. – El hombre llegaba al cine Don José vestido con la casaca blanca, como si estuviera atendiendo el almacén, ni se tomaba el trabajo de cambiarse para ir a hacer puterío. Pensar que después volvía a atender el almacén, con la misma casaca, que se supone usaba para brindar mayor higiene en el servicio.

Era un gordo muy lindo y bien dotado, pero llamaba la atención cuando se desnudaba, porque tenía varias cicatrices en distintos lugares del cuerpo. Se ve que había sido bien más gordo y que, al bajar de peso, se había hecho cirugías para retirar la piel que no quedaba firme, y el cirujano que lo operó no era muy cuidadoso con las marcas que dejaba.

(Continuará)

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