viernes, 25 de marzo de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte nueve)

Casi, casi

- En una oportunidad, como tantas otras, entré al baño del cine Barão. Y vi que en los mingitorios había dos hombres que se estaban agarrando las pijas. - Comienza a narrar Raul. - Me quedé mirando. No quería molestar y la escena era de las mejores, me gustaba quedarme mirando. Cuando de repente, entró la policía. Me asusté y me quedé parado donde estaba, no muy cerca de los dos que se agarraban.

Los policías me pidieron documentos y me preguntaron:

- ¿Cuál es tu nombre y dónde naciste?

Yo respondí, sumiso. No preguntaron qué hacía ahí, por supuesto, porque era
evidente. Y me dejaron ir.

Salí, y atrás mío salieron los policías llevándose detenidos a los dos que se estaban agarrando las pijas en los mingitorios y que yo estaba mirando.

Me salvé raspando.


A los codazos

- Yo tengo una parecida, en un baño, pero con final bien diferente – interviene Carlos. – Estaba en el baño del cine Don José con un levante. Los dos uno al lado del otro, frente a los mingitorios, mirándonos las pijas y pajeándonos. Mientras estábamos en la nuestra, no nos dimos cuenta que habían entrado al baño algunos extraños.

Como había mucho silencio, me siento intrigado y poco después miro para atrás y veo lo que sucede: habían entrado unos policías y se habían quedado callados, atrás de nosotros, mirando lo que pasaba. Los vi con el rabo del ojo y paré; traté de hacerle algún gesto con la cara al que tenía al lado, pero ni me miraba, él estaba muy concentrado en lo que hacía.

El tipo al lado mío seguía dándole, sin darse cuenta de nada. Yo, como el otro no había percibido la presencia de los canas en el lugar, comencé a darle con los codos golpes para que pare. Primero me miró con sorpresa, pero siguió como si nada, todo compenetrado en su tarea.

Cuando ya teníamos a los tiras encima, el pobre tipo va y acaba. Con los policías mirándolo, trata de disimilar apretándosela y se ensucia todo. Los uniformados preguntan entonces que está pasando. Intentamos disimular, susurramos alguna excusa ingenua y, claro, tratamos de negar todo lo que estaba a la vista. Porque el tipo a mi lado no se soltaba la pija. Los policías lo obligan a mostrar y ahí se ve que se había salpicado todo.

(Continuará)

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