miércoles, 24 de octubre de 2012

Iglesia y dictadura



                                                                                                              
“El mundo está lleno de hijos de puta”
                                                                                                                                             Fito Páez
                                                                                                              El pibe de la tapa

Como ya conté en este blog, en 2011, me reencontré con mis compañeros de la secundaria, a quienes no veía hacía más de 30 años.

En cada uno de esos encuentros recorremos diversos temas, sin orden alguno, del presente y de nuestro pasado, a veces común, otras no. Ineludible el hecho de que todos pasamos la adolescencia entre curas y dictadores.



En una de esas charlas surgió el recuerdo del día que el padre Murad, uno de los curas del colegio, apareció en nuestro establecimiento acompañado de uno de los generales que fuera presidente de facto de la Argentina. “¿Te acordás?” me pregunta Cotorra. “No, debe haber sido el año que yo ya no estaba, cuando me fui al seminario”, le respondo.

Siguieron algunas historias de la dictadura. Cuando los milicos nos paraban por la calle para pedirnos los documentos de identidad. O cuando Diuk la pasó mal en la universidad al final de la dictadura. Y aquella vez que nos hicieron abrir los bolsos donde llevábamos los infaltables log plays que escuchábamos devotamente en aquellos años.

Entonces yo me acordé de algo que hacía años no afloraba a mi nivel consciente y quería saber si ellos lo recordaban. Conté:

“Era el invierno del 76, inicio de la dictadura, y una noche mi viejo no volvió a casa. A la mañana, mi vieja nos despierta para ir al colegio y salimos. Yo llegué tarde, como me pasaba seguido. En esas ocasiones nos hacían esperar fuera de los corredores donde cada mañana formábamos para la oración inicial. Pero el lugar donde esperábamos para recibir la media falta permitía oír al cura que presidía la oración de cada mañana.
Ese día, el cura antes de rezar, pidió por mi viejo. Y yo no entendía nada.

Cuando regresé a casa mi viejo ya había aparecido. Mi vieja nos dijo, a mis hermanos y a mí,  que había estado en una comisaría, que mientras esperaba el colectivo para volver a casa un camión del ejército se había llevado a todos los que estaban en la parada y los habían tenido una noche demorados. Y de eso no se habló más.”

Algunos comentaron que lo recordaban vagamente, otros, no lo recordaban para nada.

Cuando volví a ver a mi madre le pregunté, después de 35 años, qué había pasado aquella vez. Me contó que muy temprano aquella mañana había llamado a un cura de la catedral que, se sabía, tenía muchas conexiones para ver si podía averiguar algo. Es que ya había sucedido algo similar con otro hombre que iba a nuestra misma iglesia los domingos –y era sindicalista en su fábrica- y el monseñor lo había hecho aparecer. Pero esta vez dijo que no sabía nada. En su angustia mamá llamó a los curas del colegio al que yo asistía (así es como ellos se habían enterado e incluido a mi viejo en la oración de la mañana). Y esta vez hubo suerte.

Antes del mediodía, el padre Murad, el que se había aparecido en el colegio con uno de los dictadores, apareció esta vez en mi casa y con mi viejo sano y salvo. Había tocado algunos de sus contactos.

***
Por si alguno se quedó esperando la parte en que los curas no cumplen con el celibato, en esa misma congregación y en esos mismos años se formaba el que luego sería el tristemente célebre padre Julio César Grassi.



6 comentarios:

Jorge dijo...

que datito de color el ultimo! que bueno que hubo un final feliz. abrazo.

Anónimo dijo...

Sí, el mundo está lleno de hijos de puta. Sí.

Analía

Osofranco dijo...

Sí Jorge, todo un dato.

Y el final feliz dejó un sabor amargo.

Pienso en cuántos padres mandan sus hijos a colegios religiosos pensando que les darán una mejor educación y resulta que son los cómplices de los mayores horrores de nuestra historia.
Y cuna de algunos monstruos.

Abrazo!

Osofranco dijo...

Sí, Analía.
Triste pero verdadero.

Beso!

Anónimo dijo...

hahhahhha como siempre

Alfo

Osofranco dijo...

Sí, es así Alfo.