viernes, 27 de enero de 2012

Los libros de la buena memoria


¿Cuál será el mecanismo que hace que recordemos algunas cosas y olvidemos otras? ¿Nuestro inconsciente pesará en la preservación y eliminación de recuerdos? ¿Recordamos todo lo que queremos recordar? ¿Olvidamos todo lo que queremos olvidar? ¿Los buenos recuerdos intentarán imponerse sobre los recuerdos malos? ¿Construimos los recuerdos que nos gustaría tener?

No hace mucho me reuní con mis compañeros de secundaria. Habían pasado 33 años sin que nos viéramos. En medio de la charla, Daniel, con total convicción, me señala:

- … fue cuando yo te acompañaba a tu casa al volver del cole, en la época que tenías el yeso, cuando te quebraste la pierna. Yo volvía con vos todos los días hasta tu casa.
- Me parece que estás confundiendo las historias Daniel. Yo nunca me quebré hueso alguno. Nunca usé un yeso…

Entonces fue el turno de Rodolfo de recordar:

- … aquella vez, cuando casi nos cagamos a trompadas con aquellos chetos… Ese domingo que fuimos a Zodíaco. Vos estabas. – Dice mirándome.
- No Rodolfo. Yo no iba a bailar. Nunca fui a un boliche durante la secundaria…

Y Gustavo comenta un rato después:

- … casi nos echan a la mierda del colegio en cuarto. Con Carlitos Graziosi estábamos haciendo un quilombo bárbaro en esa clase del ratón Zelaya…
- Difícil Gustavo. Carlitos repitió tercero y no podía estar en el aula con nosotros en cuarto…

Dicen los estudiosos del tema que a partir de los 45 se empieza a perder la memoria. Nosotros estamos rondando los 50: Olvidos normales entonces.

Los libros aparecieron otro día. Estaba en la vereda de la casa de mi vieja, pocos días después de la citada cena, y pasa Gonzalo, un vecino al que no veía hacía tanto como a mis compañeros de secundario.

Con Gonzalo fuimos muy amigos durante el final de nuestras infancias. El había llegado de España con 10 años y se mudó con su familia a la casa de la esquina de mi cuadra. Dos años mayor que yo, era hijo único y sus padres trabajaban hasta el final de la tarde. Nos hicimos amigos y venía a diario a casa, a pasar la tarde. La charla de esa mañana, treinta y tantos años después, circuló por los carriles habituales. De pronto Gonzalo afirma:

- Yo lo que más me acuerdo – por ahí vos ni te acordás – es que yo era un pibe que no leía nada. Y cuando venía a tu casa vos estabas siempre leyendo. Entonces me daba curiosidad. Te pedí que me prestes algún libro y vos me empezaste a pasar los libros que ibas leyendo y yo me los llevaba, los leía en casa y venía a tu casa para charlar sobre lo que habíamos leído y comentábamos qué nos había parecido. Eran libros de aventuras mayormente, de esos de la colección Robin Hood o parecidos…

Y, efectivamente, como sospechaba Gonzalo, no me acordaba para nada de esa historia.

No, este post no habla del Flaco y su magia (aunque aprovecho para mandarle todo el aliento en este momento duro). Habla de las jugarretas que nos hace la memoria y como unos libros pueden aparecer en medio de una charla,  sin saber que un día fueron protagonistas.



12 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué paso gordo? Y las historias de sexo? Esto ya no es lo que era.

Osofranco dijo...

Un día de estos vuelven.

Esta no te gusto?

Anónimo dijo...

... que sombra extaña te ocultó de mi guiño...
fuerza flaco y gracias por tus historias, que siempre y versen sobre lo que versen son bienvenidas
un abrazo
boris

Osofranco dijo...

Gracias Boris!
Muy generoso, como siempre.

Abrazo!

el osculador dijo...

Agradable historia, Franco. Ya llegué a los 40, me esperan "olvidos" como los de tu anécdota. Esperando más historias "hot" también.
Me gustó el título del post. Desde aquí todo mi aliento para que el Flaco siga luchando y se recupere.
"...Se queda oyendo como un ciego frente al mar..."
Saludos para vos y Raúl.

Osofranco dijo...

Gracias Guibu!

Ya volverán las historias hot, je.

Fuerte abrazo!

Anónimo dijo...

‎...en que rulo del melon se esconden los recuerdos??

Lilian

Osofranco dijo...

Detrás de los besos pendientes?

Escondidos entre los abrazos postergados?

Adormecidos a la espera de unos mates compartidos?

Silvio dijo...

Adónde van las palabras
que no se quedaron
adónde van las miradas
que un día partieron?

Mi vieja me puso Silvio por el cantante cubano.

Osofranco dijo...

Gracias por el aporte Silvio.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Qué buena historia Francus... capaz suceda que hay olvidos y olvidos. Algunos forzosos o necesarios, otros más bien accidentales; quién sabe de qué dependerá.
Lo que me resulta seguro e inquietante es que los recuerdos tengan forma de ficción. Si lo pensas fuerte es totalmente inaceptable.

Y qué bueno que hayas encontrado que de alguna manera el Luiggi aparezca en el blog... ahora desde la Eternidad Imaginaria nos abraza con sus canciones, hermosas canciones...
Diego

Osofranco dijo...

Cierto Diego.
El flaco ahora nos acompaña con su magia.

Abrazo.