lunes, 27 de febrero de 2012

Comprando porro en Rio


(Este texto nació como introducción al que salió publicado en el número 5 de la revista Orsai. Pero lo descarté por que quedó demasiado extenso.) 

Cuando te prendés un porro en Río de Janeiro estás prendiendo mucho más que un rato de diversión.

El mega negocio por detrás del tráfico incluye armas, corrupción policial, corrupción política, especulación inmobiliaria, prejuicio social, mucha violencia y más muerte que en muchas guerras que se desarrollan hoy en el mundo, aún las consideradas más sangrientas.

Antes de venirme a vivir a Rio vi la película de José Padilha del año 2007: Tropa de Elite. Si en el film de 2002, Ciudad de Dios, de Fernando Meirelles, el panorama del ámbito del tráfico de drogas en Rio de Janeiro da miedo por el nivel de violencia ejercido por los traficantes y la falta de valor otorgado a la vida ajena, en Tropa de Elite se genera terror.

En el film de Meirelles (director entre otros films de Blindness, basado en Ensayo sobre la ceguera de José Saramago) se cuenta acerca del nacimiento y crecimiento del narcotráfico en las favelas de Rio desde los años 60 hasta los 80. El nacimiento de un grupo que controla el tráfico, la aparición de un segundo grupo que lucha por el mismo territorio, la guerra entre ambas facciones, los que les venden armas, la policía que permite... Existe un consenso aquí en Brasil (que se podría aplicar a otros países del área) que el “problema” de las drogas no era tal hasta que los Estado Unidos de América iniciaron sus políticas antidrogas en nuestro sub continente. Quienes vivieron en esta ciudad toda su vida me cuentan que en los años 60 o 70 los que usaban drogas (marihuana y cocaína, básicamente) eran un grupo mínimo. Están quienes señalan al gobierno permisivo de Leonel Brizola (dos veces gobernador del Estado de Rio de Janeiro entre 1982 y 1994) como el momento en que el tráfico se adueño de las favelas. Su postura era la de no subir al morro a reprimir. El resto es historia conocida: creció el consumo, el tráfico, aparecieron nuevas drogas, la corrupción y la brutalidad policial fueron el lamentable marco que posibilitó el fenómeno. En Tropa de elite en tanto,  la espiral de violencia a partir de los años 80 crece incontrolable; Padilha nos muestra como un grupo de traficantes del morro prende fuego a uno de sus enemigos, estando ésta aún vivo.

Otra mirada

Quedarse solo con la visión de la industria del cine, sería injusto (Tropa de Elite 2, de 2010, llevó 12 millones de espectadores a la taquilla, el tráfico es buen negocio hasta en la pantalla). El relato de los que cuentan la historia desde adentro es mucho más interesante. MV Bill, tal vez el rapero más conocido de Rio, enriquecido por sus ventas, sigue viviendo en la emblemática favela Ciudad de Dios, donde desarrolla emprendimientos sociales. Lo mismo que Mc Leonardo oriundo de la famosa favela la Rocinha, quien en sus colaboraciones para la revista Caros Amigos, señala claramente que la violencia de las favelas no es novedad: desde que comenzaron a crecer desorbitadamente en la década del 60, la violencia hizo parte de la vida cotidiana en ellas. La diferencia, señala Mc Leonardo, es que la censura de la dictadura no permitía que se publiquen esas noticias en la prensa, para dar imagen de ciudad segura y controlada. Además, la policía y el ejército de esos años – hoy sabemos financiados por la CIA- perseguían furiosamente a los ‘comunistas’ y los mataban indiscriminadamente. Así, las víctimas de la violencia cotidiana junto a los asesinados por la dictadura, entraban en el mismo anonimato. En ese contexto aparece el vendedor de droga en la favela, y el vecino que no estaba de acuerdo con ese nuevo comercio, era asesinado y caía en el olvido junto con los comunistas y las víctimas de la violencia generada por la pobreza.

El Brasil de la dictadura es un Brasil empobrecido hasta niveles insospechados. Frente a la falta de trabajo, el padre de familia que vivía en la favela en esos años encontró en la venta minorista de droga el trabajo que el estado y la sociedad no le ofrecía. En los años 80 la droga comenzó a llegar en grandes cantidades entrando junto con gran cantidad de armas. Pero el nombre de “traficante” se aplicó solo a los vendedores pobres de las favelas y no los que ingresan los grandes cargamentos. El Comando Vermelho (organización delictiva que algunos sostienen que nació cuando los delincuentes comunes conocieron en las cárceles de la dictadura a los militantes de izquierda y aprendieron de ellos su organización) se ganó la simpatía de los vecinos de las favelas haciendo asistencialismo.

La llegada de la democracia no modificó la realidad de los favelados. Los mismos empresarios que financiaron la dictadura ahora financian a los presidentes democráticos. Y así como los generales ignoraron a los pobres, los políticos actuales solo los usan para enriquecerse. Mientras tantos tanto, los traficantes que en los 60 escondían sus modestas pistolas hoy exhiben sus ametralladores en cada esquina de las favelas controladas por el tráfico.

Los intelectuales realizaron y realizan sesudas investigaciones sobre la realidad de las favelas que, desde hace unos pocos años,  ingresaron al circuito turístico de la ciudad: “ya que la pacificación permita visitas seguras” aseguran. Los habitantes de esos barrios frente a esto se enojan y rebelan y critican duramente a quienes desde los medios corporativos mienten difundiendo ese tipo de estudios llamados científicos. En 2009, Jô Soares, en su late show que transmite la red Globo, afirmó: “siempre hay alguien dispuesto a pagar para ver la pobreza ajena” y cuando el entrevistado le informó que la mayoría de los que pagaban por esos tours eran europeos, Jô concluyó: “A ellos siempre les gustó de ver a los exóticos”. Y agregó: “Que van a hacer los pobres, mudarse a Leblón (uno de los barrios más caros de Rio, donde un departamento de 600 metros cuadrados fue vendido este año en 20 millones de dólares).” Para rematar su chiste, el simpático presentador, agregó: “Los artesanos de las favelas podrían hacer unas favelitas en miniatura con sus barcitos de borrachines, los puntos de venta de drogas y los policías militares por las calles”. Claro, todo esto lo dijo después de decir que quien visita las favelas como atractivo turístico es “medio enfermito”.

Los que ven la favela como un problema, se equivocan. La favela fue la solución que encontraron los pobres para sobrevivir en una ciudad sin planeamiento urbano que los rechazaba. Lo que existe sí es una gran especulación inmobiliaria. El Morro de los Placeres, el punto más alto de la ciudad de Rio ocupado por favelas está siendo desocupado de sus moradores pobres e ilegales, porque desde allí se tiene una de las mejores vistas de la ciudad y en breve será vendido legalmente por valores indecentes. En estos tiempos en que solo se habla de la Copa del Mundo del 2014 y de la Olimpíadas de 2016, las topadoras del gobierno de Rio arrasan las favelas ubicadas en los puntos de la ciudad donde se construirán lujosos hoteles para los turistas. La solución habitacional para los pobres, como siempre, una vergüenza.

La policía es la policía

En el primer congreso de la Asamblea Nacional de los Estudiantes realizada el pasado mes de junio, se debatió sobre la criminalización de los movimientos sociales. Los estudiantes abordaron la discusión en torno a la huelga de los bomberos de la ciudad de Rio que fueron encarcelados por haber ocupado su cuartel durante la protesta. Aquí el bombero es parte de la estructura militar. Y militar y policía se identifican. Algunos estudiantes radicales sostenían que policía siempre es policía en cualquier lugar. Negándoles a los bomberos su derecho a ser incorporados al movimiento de trabajadores. Así las cosas.

Es que sí los traficantes de las favelas meten miedo, la policía mete mucho más miedo. Las estadísticas indican que la policía de Río de Janeiro es la que más asesina en el mundo entero. (En Rio, con sus 12 millones de habitantes, se cometen 15 mil asesinatos por año). Existen en esta ciudad tantos muertos “en tentativa de fuga” que la justicia ya no reconoce como válida esa figura y en cada caso se reconstruye el episodio para ver que pasó. El pasado mes de junio, un chico de catorce años desapareció. La policía informó que hubo un enfrentamiento con traficantes de una favela. Según la policía uno de los delincuentes murió en el acto, otro quedó herido y el tercero había conseguido darse a la fuga. Cuando se reconstruyó el hecho la justicia pudo establecer que no hubo enfrentamiento, que solo la policía había disparado, que el muerto era un trabajador honrado y que como la familia del desaparecido se movió en reclamo de la aparición del chico, un par de semanas después apareció el cadáver a unos pocos kilómetros del lugar del hecho, flotando en un río.

El argumento de la policía siempre es el mismo: enfrentamiento con traficantes. Lo que quiere decir: limpieza a cargo de los escuadrones de la muerte (que existen en Rio desde la década del 50, según cuenta Zuenir Ventura en Ciudad Partida) o ejecución de quienes no se encuadran en su esquema de corrupción. No hace mucho, surgieron en Rio nuevos grupos de “milicias” que, por la fuerza de las armas, controlan los territorios que antes controlaban los traficantes. Al comienzo los moradores de esas barriadas los recibieron con gratitud. Pero el idilio no duró mucho. El episodio que mostró la verdadera cara de estos escuadrones de la muerta se conoce como la masacre de La Candelaria: un grupo de chicos de la calle que dormían frente a una Iglesia del centro de la ciudad y fueron fusilados mientras dormían; los sobrevivientes identificaron a los pistoleros como policías o ex policías. Es el periodista Zuenir Ventura, en su libro Ciudad Partida quien cuenta ese y otros episodios de masacres ejecutadas por estos grupos parapoliciales como la de la favela Vigario Geral, donde los policías militares fusilaron veintiún vecinos en venganza por el asesinato de cuatro policías militares que luego se supo, confirmado por los propias traficantes, eran parte de la red de tráfico de la favela que querían robarse un cargamento de cocaína. Los milicianos, luego de apoderarse de los territorios,  comenzaron a funcionar al estilo mafioso, cobrando por seguridad primero y por servicio ilegales (televisión por cable ilegal), después.

Estado de sitio

Y si parece, al consumir los grandes medios, que el estado se ocupa de combatir el tema de la droga, lo único que en realidad  hace es castigar al consumidor y el pequeño traficante. Los grandes importadores y distribuidores que viven en los departamentos más lujosos de la zona sur de la ciudad, casi nunca son presos. Pero si un pibe de cualquier favela o un pibe negro o mulato en cualquier zona de la ciudad, es detenido con un mínimo de marihuana, es preso y va derecho a la cárcel. Y las cárceles de Brasil tienen un record único en el mundo: allí se tortura más ahora, en democracia, que durante la sangrienta dictadura que gobernó el país de 1964 a 1985, según constata la investigación de la periodista Lucia Rodrigues.

En noviembre de 2010 se llevó a cabo un operativo espectacular para “pacificar” el Complejo del Alemán, como se denomina el conjunto de trece favelas de la zona norte de la ciudad. La pacificación de Rio recuerda a la Pax Romana: o te quedás piola o te paso por encima. Y eso fue lo que hizo el estado de Rio. No solo la policía, sino el ejército con tanques blindados incluidos. Avanzó a los tiros sobre una comunidad con una gigantesca población desarmada. Convengamos: el territorio estaba controlado por traficantes, pero la inmensa mayoría de los habitantes es simplemente gente pobre. Frente a la barbarie de las fuerzas públicas y como estaba siendo televisado en directo, los vecinos salieron a la calle para ser filmados con carteles improvisados hechos en cartulina repudiando la violencia con la que se buscaba pacificar el territorio. El saldo oficial fue de unos pocos muertos y algunos pocos detenidos. Días después del hecho conversé con Lucicleyde, una señora que trabaja en uno de esos barrios, en una dependencia oficial. Me contó que los vecinos reclamaban por ciento cincuenta desaparecidos. En los medios locales no salió una palabra del tema. Leí días después, en Página/12 de Argentina, que el tribunal internacional de La Haya aceptó el reclamo formal de algunos de los familiares de los desaparecidos (47). Volví a hablar con la vecina y me contó que de la floresta, al tercer día, comenzó a llegar un fuerte olor a podrido. La municipalidad envió unos sospechosos camiones para residuos que, vistos por primera vez en la historia de esa parte de la ciudad, entraron al mato y se llevaron con ellos lo que generaba el mal olor. Es vox populi que unos ciento y cincuenta traficantes fueron fusilados en la floresta y poco después retirados sus cadáveres.

Pero la espiral de violencia no llega solo a los pobres. El pasado mes de agosto, un grupo de Policías Militares condenados por sus delitos (y aún así libres), fusiló con veintiún tiros a la jueza Patricia Ascioli que metió presos a decenas de policías corruptos. A un mes del asesinato de la jueza fueron detenidos un teniente y dos cabos de la policía militar de Rio de Janeiro señalados como autores materiales del homicidio. No se detuvo al autor ideológico aún. Hay hoy en Brasil unos cien jueces amenazados de muerte.

En este contexto salir a buscar porro en Rio, es más que salir a buscar un rato de diversión.



18 comentarios:

Lilián dijo...

que buena informacion!
Ciudad de dios fue una peli muy fuerte...tu publicacion tambien!...será que quiero mucho a Brasil y todo me importa!

Osofranco dijo...

Gracias Lili!

Brasil es querible, aun con sus problemas estructurales como los que cuento en este texto.

Lamentablemente nos han hecho crecer separados y poco es lo que sabemos de nuestros países hermanos.

Besos!

German dijo...

Qué bueno!
Que placer leer periodismo bien hecho. Me gustó mucho el relato, la información y la frase final (que implica, según lo veo yo, una responsabilidad en el consumidor). Buenísimo Franco, ojalá hayan más crónicas. Me gusta tu estilo.

Osofranco dijo...

Gracias Germán.

Si das una vuelta por el blog vas a encontrar que hay un poco de todo.
No lo pensé como un blog de crónicas; ésta tiene que ver con la nota en la Orsai.
Pero nunca se sabe, puede ser que aparezcan otras crónicas.

Abrazo!

Jole dijo...

Mi Revista Orsai llegó!!!!
Lo primero q leí fue tu nota!!!!! Muy buena!!!

Osofranco dijo...

Gracias Jole!

Me alegra que te haya gustado.

Besos!

Nacho dijo...

Bien por la nota en Orsai.
Te mando un abrazo.

Ojitos dijo...

Qué lujo.

Lucas. dijo...

Muy buena la nota en Orsai.
Te felicito.
Saludos.

Osofranco dijo...

Nacho, Ojitos, Lucas.

Muchas gracias.

Anónimo dijo...

Qué artículo, hermano.
Por momentos escalofriante.
Muy buena entrada, Frank.

Quedé un poco laconeado.
No voy a troskearla, pero que alivio cuando los pobres nos hartemos todos juntos de una perra vez.

Te dejo un abrazo, Franchesco!
Diego

Osofranco dijo...

Gracias Diego por pasar siempre y comentar.
Alienta mucho recibir la devolución de los lectores.

Algunos datos de este texto aparecen en la nota que finalmente salió en la Revista Orsai, pero muy pocos.

Personalmente no guardo muchas esperanzas acerca de los pobres un día nos juntemos todos contra el sistema. Me parece una utopía, hermosa, pero utopía.
Me conformo con que solo se de vuelta la tortilla, como decía la vieja canción:
que la tortilla se vuelva
que los pobres coman pan
y los ricos mierda, mierda.

Fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Hola Franco, la crónica me sorprendió gratamente, no esperaba algo tan poco frívolo y acertado.
Pasare seguido por aca
Muchas gracias
Taro

Osofranco dijo...

Muchas gracias Taro.

Me alegra que te haya gustado la crónica y que vuelvas.
Espero estar a la altura de las expectativas.

Saludos!

Francesc Bon dijo...

Ahora sí pude comentar: Te lo dije en la web de Orsai y aquí: se es mejor despues de leer estas cosas !!
Ya tienes un seguidor más !

Julián Chappa dijo...

Felicitaciones, Franco. Excelente nota. Saludos desde Buenos Aires.

Osofranco dijo...

Gracias Francesc!
Muy generoso tu comentario.

Un fuerte abrazo.

Osofranco dijo...

Gracias Julián.

Abrazos desde Brasil!