(Este texto nació como introducción al que salió publicado en el número 5 de la revista Orsai. Pero lo descarté por que quedó demasiado extenso.)
Cuando te prendés
un porro en Río de Janeiro estás prendiendo mucho más que un rato de diversión.
El mega negocio
por detrás del tráfico incluye armas, corrupción policial, corrupción política,
especulación inmobiliaria, prejuicio social, mucha violencia y más muerte que
en muchas guerras que se desarrollan hoy en el mundo, aún las consideradas más
sangrientas.
Antes de venirme
a vivir a Rio vi la película de José Padilha del año 2007: Tropa de Elite. Si
en el film de 2002, Ciudad de Dios, de Fernando Meirelles, el panorama del ámbito
del tráfico de drogas en Rio de Janeiro da miedo por el nivel de violencia ejercido
por los traficantes y la falta de valor otorgado a la vida ajena, en Tropa de
Elite se genera terror.
En el film de
Meirelles (director entre otros films de Blindness, basado en Ensayo sobre la
ceguera de José Saramago) se cuenta acerca del nacimiento y crecimiento del
narcotráfico en las favelas de Rio desde los años 60 hasta los 80. El
nacimiento de un grupo que controla el tráfico, la aparición de un segundo
grupo que lucha por el mismo territorio, la guerra entre ambas facciones, los
que les venden armas, la policía que permite... Existe un consenso aquí en
Brasil (que se podría aplicar a otros países del área) que el “problema” de las
drogas no era tal hasta que los Estado Unidos de América iniciaron sus
políticas antidrogas en nuestro sub continente. Quienes vivieron en esta ciudad
toda su vida me cuentan que en los años 60 o 70 los que usaban drogas
(marihuana y cocaína, básicamente) eran un grupo mínimo. Están quienes señalan al
gobierno permisivo de Leonel Brizola (dos veces gobernador del Estado de Rio de
Janeiro entre 1982 y 1994) como el momento en que el tráfico se adueño de las
favelas. Su postura era la de no subir al morro a reprimir. El resto es
historia conocida: creció el consumo, el tráfico, aparecieron nuevas drogas, la
corrupción y la brutalidad policial fueron el lamentable marco que posibilitó
el fenómeno. En Tropa de elite en tanto, la espiral de violencia a partir de los años
80 crece incontrolable; Padilha nos muestra como un grupo de traficantes del
morro prende fuego a uno de sus enemigos, estando ésta aún vivo.
Otra mirada
Quedarse solo con
la visión de la industria del cine, sería injusto (Tropa de Elite 2, de 2010,
llevó 12 millones de espectadores a la taquilla, el tráfico es buen negocio
hasta en la pantalla). El relato de los que cuentan la historia desde adentro
es mucho más interesante. MV Bill, tal vez el rapero más conocido de Rio, enriquecido
por sus ventas, sigue viviendo en la emblemática favela Ciudad de Dios, donde
desarrolla emprendimientos sociales. Lo mismo que Mc Leonardo oriundo de la
famosa favela la Rocinha, quien en sus colaboraciones para la revista Caros
Amigos, señala claramente que la violencia de las favelas no es novedad: desde
que comenzaron a crecer desorbitadamente en la década del 60, la violencia hizo
parte de la vida cotidiana en ellas. La diferencia, señala Mc Leonardo, es que
la censura de la dictadura no permitía que se publiquen esas noticias en la
prensa, para dar imagen de ciudad segura y controlada. Además, la policía y el
ejército de esos años – hoy sabemos financiados por la CIA- perseguían
furiosamente a los ‘comunistas’ y los mataban indiscriminadamente. Así, las
víctimas de la violencia cotidiana junto a los asesinados por la dictadura,
entraban en el mismo anonimato. En ese contexto aparece el vendedor de droga en
la favela, y el vecino que no estaba de acuerdo con ese nuevo comercio, era
asesinado y caía en el olvido junto con los comunistas y las víctimas de la
violencia generada por la pobreza.
El Brasil de la
dictadura es un Brasil empobrecido hasta niveles insospechados. Frente a la
falta de trabajo, el padre de familia que vivía en la favela en esos años
encontró en la venta minorista de droga el trabajo que el estado y la sociedad
no le ofrecía. En los años 80 la droga comenzó a llegar en grandes cantidades
entrando junto con gran cantidad de armas. Pero el nombre de “traficante” se
aplicó solo a los vendedores pobres de las favelas y no los que ingresan los
grandes cargamentos. El Comando Vermelho (organización delictiva que algunos
sostienen que nació cuando los delincuentes comunes conocieron en las cárceles
de la dictadura a los militantes de izquierda y aprendieron de ellos su
organización) se ganó la simpatía de los vecinos de las favelas haciendo
asistencialismo.
La llegada de la
democracia no modificó la realidad de los favelados. Los mismos empresarios que
financiaron la dictadura ahora financian a los presidentes democráticos. Y así
como los generales ignoraron a los pobres, los políticos actuales solo los usan
para enriquecerse. Mientras tantos tanto, los traficantes que en los 60
escondían sus modestas pistolas hoy exhiben sus ametralladores en cada esquina
de las favelas controladas por el tráfico.
Los intelectuales
realizaron y realizan sesudas investigaciones sobre la realidad de las favelas
que, desde hace unos pocos años, ingresaron al circuito turístico de la ciudad:
“ya que la pacificación permita visitas seguras” aseguran. Los habitantes de
esos barrios frente a esto se enojan y rebelan y critican duramente a quienes
desde los medios corporativos mienten difundiendo ese tipo de estudios llamados
científicos. En 2009, Jô Soares, en su late show que transmite la red Globo,
afirmó: “siempre hay alguien dispuesto a pagar para ver la pobreza ajena” y
cuando el entrevistado le informó que la mayoría de los que pagaban por esos
tours eran europeos, Jô concluyó: “A ellos siempre les gustó de ver a los
exóticos”. Y agregó: “Que van a hacer los pobres, mudarse a Leblón (uno de los
barrios más caros de Rio, donde un departamento de 600 metros cuadrados fue
vendido este año en 20 millones de dólares).” Para rematar su chiste, el
simpático presentador, agregó: “Los artesanos de las favelas podrían hacer unas
favelitas en miniatura con sus barcitos de borrachines, los puntos de venta de
drogas y los policías militares por las calles”. Claro, todo esto lo dijo
después de decir que quien visita las favelas como atractivo turístico es
“medio enfermito”.
Los que ven la
favela como un problema, se equivocan. La favela fue la solución que
encontraron los pobres para sobrevivir en una ciudad sin planeamiento urbano
que los rechazaba. Lo que existe sí es una gran especulación inmobiliaria. El
Morro de los Placeres, el punto más alto de la ciudad de Rio ocupado por
favelas está siendo desocupado de sus moradores pobres e ilegales, porque desde
allí se tiene una de las mejores vistas de la ciudad y en breve será vendido
legalmente por valores indecentes. En estos tiempos en que solo se habla de la
Copa del Mundo del 2014 y de la Olimpíadas de 2016, las topadoras del gobierno
de Rio arrasan las favelas ubicadas en los puntos de la ciudad donde se
construirán lujosos hoteles para los turistas. La solución habitacional para
los pobres, como siempre, una vergüenza.
La policía es la policía
En el primer
congreso de la Asamblea Nacional de los Estudiantes realizada el pasado mes de
junio, se debatió sobre la criminalización de los movimientos sociales. Los
estudiantes abordaron la discusión en torno a la huelga de los bomberos de la
ciudad de Rio que fueron encarcelados por haber ocupado su cuartel durante la
protesta. Aquí el bombero es parte de la estructura militar. Y militar y
policía se identifican. Algunos estudiantes radicales sostenían que policía
siempre es policía en cualquier lugar. Negándoles a los bomberos su derecho a
ser incorporados al movimiento de trabajadores. Así las cosas.
Es que sí los
traficantes de las favelas meten miedo, la policía mete mucho más miedo. Las
estadísticas indican que la policía de Río de Janeiro es la que más asesina en
el mundo entero. (En Rio, con sus 12 millones de habitantes, se cometen 15 mil
asesinatos por año). Existen en esta ciudad tantos muertos “en tentativa de
fuga” que la justicia ya no reconoce como válida esa figura y en cada caso se
reconstruye el episodio para ver que pasó. El pasado mes de junio, un chico de
catorce años desapareció. La policía informó que hubo un enfrentamiento con
traficantes de una favela. Según la policía uno de los delincuentes murió en el
acto, otro quedó herido y el tercero había conseguido darse a la fuga. Cuando
se reconstruyó el hecho la justicia pudo establecer que no hubo enfrentamiento,
que solo la policía había disparado, que el muerto era un trabajador honrado y que
como la familia del desaparecido se movió en reclamo de la aparición del chico,
un par de semanas después apareció el cadáver a unos pocos kilómetros del lugar
del hecho, flotando en un río.
El argumento de
la policía siempre es el mismo: enfrentamiento con traficantes. Lo que quiere
decir: limpieza a cargo de los escuadrones de la muerte (que existen en Rio
desde la década del 50, según cuenta Zuenir Ventura en Ciudad Partida) o
ejecución de quienes no se encuadran en su esquema de corrupción. No hace
mucho, surgieron en Rio nuevos grupos de “milicias” que, por la fuerza de las
armas, controlan los territorios que antes controlaban los traficantes. Al
comienzo los moradores de esas barriadas los recibieron con gratitud. Pero el
idilio no duró mucho. El episodio que mostró la verdadera cara de estos
escuadrones de la muerta se conoce como la masacre de La Candelaria: un grupo
de chicos de la calle que dormían frente a una Iglesia del centro de la ciudad y
fueron fusilados mientras dormían; los sobrevivientes identificaron a los
pistoleros como policías o ex policías. Es el periodista Zuenir Ventura, en su
libro Ciudad Partida quien cuenta ese y otros episodios de masacres ejecutadas
por estos grupos parapoliciales como la de la favela Vigario Geral, donde los
policías militares fusilaron veintiún vecinos en venganza por el asesinato de
cuatro policías militares que luego se supo, confirmado por los propias
traficantes, eran parte de la red de tráfico de la favela que querían robarse
un cargamento de cocaína. Los milicianos, luego de apoderarse de los
territorios, comenzaron a funcionar al
estilo mafioso, cobrando por seguridad primero y por servicio ilegales
(televisión por cable ilegal), después.
Estado de sitio
Y si parece, al
consumir los grandes medios, que el estado se ocupa de combatir el tema de la
droga, lo único que en realidad hace es
castigar al consumidor y el pequeño traficante. Los grandes importadores y
distribuidores que viven en los departamentos más lujosos de la zona sur de la
ciudad, casi nunca son presos. Pero si un pibe de cualquier favela o un pibe
negro o mulato en cualquier zona de la ciudad, es detenido con un mínimo de
marihuana, es preso y va derecho a la cárcel. Y las cárceles de Brasil tienen
un record único en el mundo: allí se tortura más ahora, en democracia, que
durante la sangrienta dictadura que gobernó el país de 1964 a 1985, según
constata la investigación de la periodista Lucia Rodrigues.
En noviembre de
2010 se llevó a cabo un operativo espectacular para “pacificar” el Complejo del
Alemán, como se denomina el conjunto de trece favelas de la zona norte de la
ciudad. La pacificación de Rio recuerda a la Pax Romana: o te quedás piola o te
paso por encima. Y eso fue lo que hizo el estado de Rio. No solo la policía,
sino el ejército con tanques blindados incluidos. Avanzó a los tiros sobre una
comunidad con una gigantesca población desarmada. Convengamos: el territorio
estaba controlado por traficantes, pero la inmensa mayoría de los habitantes es
simplemente gente pobre. Frente a la barbarie de las fuerzas públicas y como
estaba siendo televisado en directo, los vecinos salieron a la calle para ser
filmados con carteles improvisados hechos en cartulina repudiando la violencia
con la que se buscaba pacificar el territorio. El saldo oficial fue de unos
pocos muertos y algunos pocos detenidos. Días después del hecho conversé con
Lucicleyde, una señora que trabaja en uno de esos barrios, en una dependencia
oficial. Me contó que los vecinos reclamaban por ciento cincuenta
desaparecidos. En los medios locales no salió una palabra del tema. Leí días
después, en Página/12 de Argentina, que el tribunal internacional de La Haya
aceptó el reclamo formal de algunos de los familiares de los desaparecidos (47).
Volví a hablar con la vecina y me contó que de la floresta, al tercer día, comenzó
a llegar un fuerte olor a podrido. La municipalidad envió unos sospechosos
camiones para residuos que, vistos por primera vez en la historia de esa parte
de la ciudad, entraron al mato y se llevaron con ellos lo que generaba el mal
olor. Es vox populi que unos ciento y cincuenta traficantes fueron fusilados en
la floresta y poco después retirados sus cadáveres.
Pero la espiral
de violencia no llega solo a los pobres. El pasado mes de agosto, un grupo de
Policías Militares condenados por sus delitos (y aún así libres), fusiló con veintiún
tiros a la jueza Patricia Ascioli que metió presos a decenas de policías
corruptos. A un mes del asesinato de la jueza fueron detenidos un teniente y
dos cabos de la policía militar de Rio de Janeiro señalados como autores materiales
del homicidio. No se detuvo al autor ideológico aún. Hay hoy en Brasil unos
cien jueces amenazados de muerte.
En este contexto
salir a buscar porro en Rio, es más que salir a buscar un rato de diversión.
18 comentarios:
que buena informacion!
Ciudad de dios fue una peli muy fuerte...tu publicacion tambien!...será que quiero mucho a Brasil y todo me importa!
Gracias Lili!
Brasil es querible, aun con sus problemas estructurales como los que cuento en este texto.
Lamentablemente nos han hecho crecer separados y poco es lo que sabemos de nuestros países hermanos.
Besos!
Qué bueno!
Que placer leer periodismo bien hecho. Me gustó mucho el relato, la información y la frase final (que implica, según lo veo yo, una responsabilidad en el consumidor). Buenísimo Franco, ojalá hayan más crónicas. Me gusta tu estilo.
Gracias Germán.
Si das una vuelta por el blog vas a encontrar que hay un poco de todo.
No lo pensé como un blog de crónicas; ésta tiene que ver con la nota en la Orsai.
Pero nunca se sabe, puede ser que aparezcan otras crónicas.
Abrazo!
Mi Revista Orsai llegó!!!!
Lo primero q leí fue tu nota!!!!! Muy buena!!!
Gracias Jole!
Me alegra que te haya gustado.
Besos!
Bien por la nota en Orsai.
Te mando un abrazo.
Qué lujo.
Muy buena la nota en Orsai.
Te felicito.
Saludos.
Nacho, Ojitos, Lucas.
Muchas gracias.
Qué artículo, hermano.
Por momentos escalofriante.
Muy buena entrada, Frank.
Quedé un poco laconeado.
No voy a troskearla, pero que alivio cuando los pobres nos hartemos todos juntos de una perra vez.
Te dejo un abrazo, Franchesco!
Diego
Gracias Diego por pasar siempre y comentar.
Alienta mucho recibir la devolución de los lectores.
Algunos datos de este texto aparecen en la nota que finalmente salió en la Revista Orsai, pero muy pocos.
Personalmente no guardo muchas esperanzas acerca de los pobres un día nos juntemos todos contra el sistema. Me parece una utopía, hermosa, pero utopía.
Me conformo con que solo se de vuelta la tortilla, como decía la vieja canción:
que la tortilla se vuelva
que los pobres coman pan
y los ricos mierda, mierda.
Fuerte abrazo.
Hola Franco, la crónica me sorprendió gratamente, no esperaba algo tan poco frívolo y acertado.
Pasare seguido por aca
Muchas gracias
Taro
Muchas gracias Taro.
Me alegra que te haya gustado la crónica y que vuelvas.
Espero estar a la altura de las expectativas.
Saludos!
Ahora sí pude comentar: Te lo dije en la web de Orsai y aquí: se es mejor despues de leer estas cosas !!
Ya tienes un seguidor más !
Felicitaciones, Franco. Excelente nota. Saludos desde Buenos Aires.
Gracias Francesc!
Muy generoso tu comentario.
Un fuerte abrazo.
Gracias Julián.
Abrazos desde Brasil!
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