Cuando tenía unos
10 u 11 años, a inicios de la década del ’70, en casa se compraban unos
fascículos sobre Italia. Mis padres, italianos, con nostalgia de su tierra,
trataban de acercarse a su pasado de algún modo, al tiempo que querían
mostrarnos a nosotros, sus hijos, las bellezas de su terruño natal.
Los fascículos
traían información sobre las ciudades, su geografía, su historia y,
principalmente, su arte. Una buena forma de vender Italia para quienes no la
conocían.
En el número
correspondiente a Roma, entre las ilustraciones de la Capilla Sixtina y el
Coliseo, había una reproducción a página completa del David, de Miguel Ángel.
El fascículo había llegado recientemente y estaba en la mesita del televisor,
aquella que tenía un estante para las revistas de programación y donde se
acumulaban diversos objetos (el estabilizador, por ejemplo) y papeles varios
(diarios viejos, sin duda). Como la ilustración iniciaba aquel puñado de hojas
en papel brillante y a colores, la obra genial del artista italiano aparecía en
todo su esplendor a primera vista.
Por aquellos años
yo tenía un amiguito del barrio uno o dos años menor que yo. Él venía mucho a casa, a jugar, ver la tele y
esas cosas que hacen los chicos a esa edad. Sentados frente al televisor, Danielito,
que así era como se llamaba mi amigo, queda muy sorprendido al ver la
reproducción del David.
- ¿Qué es esa
revista?
- De mi vieja. –
Fue todo lo que respondí.
No habló más esa
tarde. Al menos en mi casa. Sí lo hizo en la suya. Al día siguiente Danielito
no vino. Vino su mamá. Se la notaba muy alterada.
- ¿Está tu mamá? –
Preguntó cuando fui a abrir la puerta.
- Ya la llamo.
Cuando mi mamá
llegó a la puerta, la vecina pidió hablar a solas con ella. Cuando mi madre cerró
la puerta y regresó a la cocina, me pareció ver que de sus ojos salía algo como
fuego.
- ¿De dónde sacaste
vos que yo tengo revistas de hombres desnudos? – Dijo junto con el primer
sopapo.
Yo no entendía
nada.
Me contó entonces
de la indignación de la madre de Danielito que le vino a plantear como podía ella
tener revistas de hombres desnudos a la vista de los chicos.
- ¿De qué revistas
está hablando esa mujer? – Gritó con la mano en alto, lista para seguir su
trabajo justiciero.
Ahí entendí.
Antes del segundo cachetazo corrí hasta la mesa del televisor y le mostré la
revista con el David en tapa.
Como decían los
escolásticos: Todo lo que se recibe, se recibe de acuerdo a la forma del recipiente.
8 comentarios:
Ufff!!! hasta a mí me dolieron esos cachetazos! Y cómo reaccionó tu mamá al darse cuenta de qué revista hablaba la vieja!?
Mamá no tiene un gran humor.
Además es de aquellas personas recontra-re-católicas.
Imaginate que le hagan justo esa acusación!
Pero ese día se rió con ganas.
Ja, ja, ja! Me imaginé al nenito contando el chisme en el barrio. Y ahora que leo tu respuesta, el chisme destruyendo una reputación de santurruna con ese comentario desafortunado. Muy bueno. Jorge.
Claro Jorge.
Ahora me parece que no siempre es bueno creer al pie de la letra todo lo que se comenta en el barrio...
Gracias por pasar y comentar.
Que bom que a mamãe riu muito ao final. E eu pergunto: e você? via aquilo como arte ou como "homem pelado"??
Oi Edu!
Eu estudava desenho e pintura desde muito pequeno. Já conhecia o nome de Miguel Angel.
Em casa também havia uma enciclopédia com muitas ilustrações de escultura e pinturas.
Eu gostava de olhar essas ilustrações...
Mas para mi era todo homem e mulher pelada, sim.
Pena que esse tal de David era tão magro...rsrs
jajja qué garrón; medio que uno así aprende a medir los efectos de la verdad.
Igual al final tu vieja estuvo bien.
Diego.
Gracias Diego por pasar y comentar.
Abrazo.
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