lunes, 6 de diciembre de 2010

Cuestión de piel

Ya pasaba yo de los cuarenta años la primera vez que tuve ladillas.
Como era la primera vez, no sabía identificarlas. Y como la picazón comenzó cerca del ombligo, pensé que sería alguna otra molestia.
Me fui a la guardia del plan de salud que tenía en aquellos años y la joven médica que me atendió, luego de mirar los puntos negros en medio de mi vello cerca del ombligo, sentenció: - No tengo idea qué pueda ser; aquí tiene una derivación para ver un dermatólogo.
Pensé que podía ser una cuestión de piel, alguna reacción extraña.
Esa misma tarde fui atendido por el dermatólogo. De entre treinta y cinco y cuarenta años, con acento caribeño, anillo de casado en la mano izquierda, moreno y bastante redondo, me preguntó que me traía a su consulta. Le expliqué y cuando me disponía a mostrarle mi panza, disparó: - No, sacate toda la ropa, tengo que revisarte a fondo.
¿Déjà vu? Parece que sí.
Mientras yo me iba quitando toda la ropa (siempre fui un paciente obediente), el médico pasaba un cerrojo a la puerta del consultorio: - Para que nadie moleste. – dijo tratando de aclarar mientras oscurecía.
Yo ya no era el chico de dieciocho años que era desnudado por el apostólico Doctor Uno, mientras mi compañero seminarista miraba mi desnudez con total descaro; ni el joven de veintipocos al que el otro galeno caritativo, el Doctor Dos, compeliera a mostrarle un poco más; ni el joven de casi treinta sorprendido por el avance de tetera del Doctor Tres.
Dejé que hiciera. Ya desnudo, me pidió que me quede de pie junto a la camilla y él, de pie también, frente a mí, comenzó por revisarme desde la barba y en descenso. Después de buscar con dedos ávidos algún insecto entre el vello facial, recorrió lentamente con yemas febriles toda la extensión de mi frondosa pelambre pectoral. Me pidió que levantara los brazos y revisó las axilas. De allí a la panza y a la constatación de la categoría de los primeros ejemplares de los maléficos invasores.
- Son ladillas, hay que revisar muy bien todo, para ver la magnitud de la infección.
Mi mirada ya no era la del inocente paciente de antaño. El puti-radar me funciona aceitadamente y raras veces falla. – Vamos a ver hasta dónde llega – Me dije, imaginando sus próximos pasos. Pero su osadía superó todos mis pronósticos malpensados.



Luego de sentenciar que el pubis era la zona con mayor propensión al contagio, se dedicó a buscar, podría decir que pelo por pelo, la presencia de los indeseables insectos. Hasta ahí, su manoseo era casi impúdico. Al pasar a continuar la búsqueda entre las joyas de la corona, la intención ya era indisimulable. Podría clasificarla de masaje.
¿Podría hacer algo más? Podía. ¿Tendría más excusas impresentables? Tenía. Ya sentado en su silla, para mejorar su ángulo frente a mi desnudez, sin ponerse colorado, mirándome fijamente a los ojos, afirmó: - Estos bichitos son tremendos, suelen meterse hasta entre la piel que cubre el glande. – Mientras me agarraba el miembro con una mano y con la otra tiraba el prepucio hacia atrás.
Una sana respuesta, esperada ante ese estímulo, comenzó a esbozarse. Cuando mi erección ya no era un secreto para nadie en ese recinto, volvió a repetir la maniobra. Confiado en el pasador que nos mantenía a salvo de visitas inesperadas, le agarré la cabeza con las dos manos y –como en una porno de bajo presupuesto – se la empujé hacia adelante.
Creo que no hace falta aclarar que tenía la boca abierta, lista para la tarea.
Eso sí. El remedio que me recetó para combatir las ladillas, es buenísimo.

12 comentarios:

Unknown dijo...

Eu devia ter feito medicina!!! :-)

Osofranco dijo...

Ainda pode Edu!

;o)

¿Lesbiana? dijo...

Sé que no tiene nada que ver, pero siempre me pregunté si la ladilla se contagia igual en caso de estar depilado/a...

Osofranco dijo...

Hola Lesbiana?

No. No se contagia.
Al igual que el piojo, necesita del pelo (en este caso corporal) para transmitirse. Aunque el ph de la piel influye: hay personas más y menos propensos/as al contagio.

Escuché muchas cosas por ahí. Que no necesariamente es por transmisón sexual. Que podés contagiarte en lugares públicos donde haya presencia, incluso transportes públicos.

Me ha pasada más de una vez, no haber tenido contacto físico con persona alguna y tener ladillas: en las piernas, por ejemplo (aquí hace calor el año entero y vivo en bermudas).

Besos.

el osculador dijo...

¡Caramba, Franco! Vaya "coronación" que le diste al "Doctor Cuatro". Estimulante anécdota. De paso, aprendí más sobre esos bichitos. Por suerte, nunca uso bermudas. ¿o es mala suerte?

Saludos. El blog cada vez mejor.

PD1: confieso mi indisimulable excitación al terminar de leer el relato.
PD2: saludos a Raúl.

Osofranco dijo...

Muchas gracias Guibu!
Me alegra que te esté gustando el blog.

Lo de las bermudas es aleatorio, ja.

Abrazos míos y de Raul.

Jose Ignacio dijo...

Interesante informe sobre las ventajas de tener parasitos.
Abrazo grande desde Tucuman
Jose Ignacio

Osofranco dijo...

Sí José Ignacio.

Hay que buscarle el lado positivo. Ja.

Abrazos.

Anónimo dijo...

Que orror la ladilla!! Yo tuve hace muy poco. Pero no fui al médico (cosa que con lo que con tas ahora no fue una buena decisión!) Lo solucioné comprando el shampoo para piojos para cabeza (parece que hace alucion a ambas cabezas) y murieron todas.
Aprovecho para decirte también que sos un hermoso espécimen osuno!!
Un abrazo
Tomás

Osofranco dijo...

Tomás:
Muchas gracias por el comentario y por el piropo.

Tuviste suerte con el shampú.
Pero te perdiste la posible aventura.

;-)

Rafa007 dijo...

No podés!!
Cómo algunos tanto y otros tan poco!! diría el Negro

yo tambien grande, a casi los 37 años, me contagié de ladillas x 1º vez.
2 dermatólogos pasé para poder curarlo.
La 1º fue una médica que atiende a la flia. desde años, la que algo inhibida vió mi desnudez y lo diagnosticó bien, pero según la prescripcion del Detebencil (10 min) no fue suficiente para eliminarlo.
El 2º médico fue mas tajante y canchero: tuve q rasurarme entero y ponerme toda una noche el producto.

Muy bueno el blog. Abrazoo!

Osofranco dijo...

Menos mal que no me tocó tu segundo médico!!!

Te imaginás si yo me tuviera que rasurar todo!!! Me fundo comprando prestobarbas!!! jajaja

Abrazo!