lunes, 5 de noviembre de 2012

El bloguero K


Era noche de cena en el club de Osos de Buenos Aires. Llegué temprano porque hacía tiempo que no estaba por allá y quería aprovechar para conversar un rato con los amigos que organizan ese buen momento entre amigos. Faltaba bastante para que comenzaran a llegar los comensales cuando suena el timbre y voy a ver quien llama. Era uno de esos hombres que uno imagina (perfectos) en noches de insomnio: petiso, todo redondo, de barba y cabellos grises.


Le expliqué que faltaba aún una hora para el comienzo de la cena y me respondió que venía de lejos; preguntó si podía esperar allí. Le dije que no había problema y -ustedes saben lo que me cuesta- me ofrecí a hacerle compañía en la espera. 

Preguntó por algunos socios que había conocido en su anterior visita al club, hacía tres o cuatro años. A continuación y, sin que le pregunte nada, comenzó a contar una historia que, si fuera ficción, parecería poco creíble.

Inició el relato por el presente. Me dijo que es argentino, que vive en Brasil, que está en pareja con un brasilero de San Pablo mucho más joven que él y que estaba en Buenos Aires para resolver cuestiones de herencia. Unos minutos después ya me contaba la historia desde el comienzo.

Mi “hombre soñado” me cuenta que en los años 60 era cura, que ejercía su sacerdocio en una localidad del norte de la provincia de Buenos Aires y que su opción pastoral, acorde a los tiempos que corrían, era por los más pobres. En su tarea social, recorriendo las calles de los barrios más necesitados, conoció a una chica de la que se enamoró. A fines de los años 60 dejó el sacerdocio y se casó con aquella muchacha.

Juntos siguieron militando y fueron llegando los hijos. Entonces, la dictadura. En 1976, poco después del golpe, se exiliaron en Brasil, puntualmente en San Pablo, donde el obispo del lugar, Don Paulo Evaristo Arns, tenía una fuerte red solidaria para recibir personas en la condición de ellos.

Pero los años pasaron y aquel hombre que llegaba a sus cuarenta años se enamoró de un pibe brasilero de dieciocho. El ex cura comenzó entonces una vida repartida entre su familia y su amante. Enviudó y ya no volvió a frecuentar mujeres. A sus 60 años conoció al hombre de 20 del que se enamoró y era con el que vive desde hacía diez años.

A pesar del exilio nunca perdió su contacto con la Argentina y su realidad. En la actualidad, desde San Pablo, apoya el proyecto Popular y Nacional del gobierno de Cristina. Y se define a sí mismo como un bloguero K.

Su historia era apasionante. Pero (siempre hay un pero) mi interés se había centrado más en sus redondeces físicas que en sus peripecias vivenciales. Hacia el final de la cena, cuando imprevistamente anunció que se retiraba, me tiré a la pileta sin conocer la profundidad. Y, como era de esperar, choqué contra el fondo.

Agradeció mis elogios y me reiteró su afición por los hombres muy (pero muy) jóvenes. El hombre, que ya recorre su séptima década de vida, solo se sigue interesando por los hombres de 20; hasta 25 se estiraba. Yo iba a comenzar, con mi matemática absurda, a tratar de convencerlo que al estar conmigo y mis 51 años, era como estar con tres pibes de 17, pero intuí que esta vez no tendría suerte.


Me volví solo aquella noche. Pensando que la realidad es mucho más rica en argumentos que la ficción.



9 comentarios:

Unknown dijo...

Putz, detesto ser rejeitado por homens dos meus sonhos! Mas fazer o quê? É a vida... :-)

Osofranco dijo...

Que bom seria que a vida fosse justa. rsrsrs

Abraço Edu!

Anónimo dijo...

Cosas que pasan...

Peto

Osofranco dijo...

Aunque siempre esperamos que no pasen...

Abrazo!

Anónimo dijo...

Es verdad pero si todos gustaramos de todos sería una gran orgía, lo cual pensandolo bien no estaría mal....

Peto

Osofranco dijo...

Bueno... aunque tendría sus riesgos...

Anónimo dijo...

Siempre estoy atento a tus historías,
gracias por los buenos momentos,

un abrazo

Sancho

Osofranco dijo...

Muchas gracias Sancho!

Un gran abrazo!

Osofranco dijo...

Disculpen los que habitualmente comentan por aquí.

Tengo que volver a moderar los comentarios, porque el enfermo que no deja de molestar desde hace tres años, ahora firma con los nombres de otros lectores.

Los comentarios que tengan que ver con el blog, serán publicados.

Gracias por entender, saludos.

Franco