lunes, 19 de noviembre de 2012

Hotel “3 C”


Es muy probable que la mayoría de aquellos muchachos ni imaginaran los servicios que aquel Hotel brindaba cuando llegaban hasta él, desde la periferia o desde otras localidades o para pasar unos días en la playa. Aunque también sospecho que -algunos, varios, muchos- llegaban por ese boca a boca que tan bien sirve para desparramar ese tipo de noticias.

Pero vayamos desde el comienzo.

Fue Rubén quien me llevó a ese hotel, pero por otros motivos. Rubén, algunos años mayor que yo, conservaba un par de amigos de sus años mozos, cuando los tres no contaban más  de 17 o 18 años. Los tres eran de la zona sur del gran Buenos Aires y se conocieron en aquellos pocos territorios de búsqueda al que la época los empujaba: los baños públicos, las estaciones de tren, la calle... Siguiendo la moda de la época, comienzo de los años 60, los tres adoptaron nombres femeninos, eran: la Pocha, la Tota y la Porota.

Atravesaron la juventud juntos. Haciendo levantes callejeros, compartiendo fiestas, alegrías y tristezas. Y con el tiempo se fueron perdiendo por el camino.

Varias décadas después se reencontraron. Fue cuando la Pocha le contó a la Tota que la Porota administraba un hotel en una ciudad balnearia.

Hacia allá fuimos con Rubén, a pasar un fin de semana largo. El dueño del Hotel era, además, ese tipo de hombre que te deja sin aliento cuando lo ves de repente: alto, ancho de espaldas, con una panza que invita a zambullirse en ella sin salvavidas, redondo por donde lo mires, abundante pelo negro apenas salpicado por hilos grises y un bigote de mexicano machote que intimida. Una especie de Sancho Panza de la costa argentina.


Yo miraba, un tanto sorprendido, el movimiento de aquel particular espacio y, cuando pude, le pregunté a Rubén por los muchachos (jóvenes, buenos físicos, bronceados) que pasaban siempre hacia el piso superior.  Rubén, con aquella sonrisa que se le escapaba de los ojos cuando quería ser malo, me responde: van al sector VIP.

Me quedé con eso. Imaginando.

Cuando quedamos a solas Rubén me cuenta el secreto. “Esos chicos son los que vienen a disfrutar del servicio “TRES C” que se ofrece en este Hotel.” Esperé la aclaración que no llegaba. Y yo estaba seguro que tres estrellas aquel hotel no era ni de lejos…

Derrotado por el silencio malicioso de Rubén, pregunto: “¿En qué consiste el servicio TRES C?” Rubén, satisfecho de poder contar el chiste, me responde: “Todos esos muchachitos que se hospedan en el piso superior del Hotel reciben el servicio VIP del dueño del lugar: Cama, Comida y Culo.”



1 comentario:

Osofranco dijo...

Disculpen los que habitualmente comentan por aquí.

Tengo que volver a moderar los comentarios, porque el enfermo que no deja de molestar desde hace tres años, ahora firma con los nombres de otros lectores.

Los comentarios que tengan que ver con el blog, serán publicados.

Gracias por entender, saludos.

Franco