Una vez me transé un filólogo. Era cubano. Era cura. ¿Era?
¿O es? No sé si seguirá vivo. Era las tres cosas (filólogo, cubano, cura) ¿Seguirá
siendo? Quién sabe. ¿Se puede dejar de ser lo que uno es? Pero volvamos a lo
que interesa, ¿me lo transé o me lo curtí? Me lo transé en sentido brasilero y
me lo curtí en semántica porteña. ¿O fue al revés? ¿No es lo mismo? Ustedes
entendieron, ¿no? Lo que quiero decir es que le bajé la caña. ¿O él me la bajó
a mí? ¿La situación deja de ser la misma según cómo se la relata? ¿O según
quién la relata? Habíamos comenzado con el sexo oral: vamos a coger, me dijo,
en perfecto español.
Una vez me levanté un lingüista. Era colombiano. Era
traductor. Nos enredamos en las palabras y caímos en una cama. Encastre
perfecto. Lo de la bahía y la península, dirían los Pedro y Pablo esquivando censuras. La pasamos
muy bien. No precisamos hacer ningún discurso.
Yo no sé dónde queda el subjuntivo. Ni cuál colectivo me
deja bien en la esquina de Pretérito pluscuamperfecto y Adjetivo
descalificativo. Solo sé que me duelen ciertos sustantivos. Me enojan varios
adverbios. Me entristecen algunos sinónimos. Me descorazonan ciertos verbos.
Sueño con neologismos.Y me gustaría cagar a patadas en el culo a los pérfidos
eufemismos.
La gramática, a veces, me deja sin palabras. Inefable
paradoja.
¿Servirá de algo (¿o para algo?) enarbolar un discurso
libertario, sin reglas ortográficas, sin academias reales, ni maestras ciruelas?
Si habría tenido un buen profesor de lengua, ¿hubiera
aprendido a hablar mejor? ¿Hubiera o hubiese? ¿O al revés? ¿Hubiese o hubiera?
El habría lo pongo donde se me canta.
Mi profesor de castellano (que así se llamaba a la
materia en los 70), era, sin lugar a dudas, un amante de los mancebos, no de los
efebos, de los otros, los que te dejan sin aliento. Los chongos. Alejandro, el
abuelo, lo sabía y cuando allá por tercer año, cuando se acercaba el fin del
bimestre y le faltaba nota y se daba cuenta que se la podía llevar, se ofrecía
para dar oral con el de castellano y se le ponía muy cerca, casi rozándolo y con
la excusa de mostrarle algo en la carpeta se le paraba detrás y le
respiraba en la nuca. El pedagogo, sonrojado, aunque se esforzaba, no podía
dejar de mirar el cuerpo que lo trastornaba. Alejandro, el abuelo, obtenía la
nota que precisaba.
El idioma es un organismo vivo. Claro que hay algunos que
intentan matarlo. ¿De tan mal que lo usan o por pretender dejarlo petrificado?
Si habría usado el condicional como dicta la norma, ¿hubiera
conseguido tener tu atención hasta el final? ¿Todas las normas son válidas?
Si hubiese una solo forma de hablar, habría menos
diversidad. (¡Epa, pibe! ¡Una afirmación!) Esto puede ser. (Abriendo el
paraguas -¿o el paragüas?-)
Parece que pretendo desestabilizar el relato con dos o
tres perfectas negaciones. ¿Seguro? ¿O es todo un juego de palabras?
10 comentarios:
Volviste! Estabas de vacaciones?
Qué me importa, no?
Me gustó el cuento. Y a todos me los imaginé gordos, lindos. Al cura cubano, al colombiano, al profesor.
Saludos!
Voltou!! E que delicioso texto! Escreva mais, Franco!!! Saudade docê!
me cague de risa. :)
Gracias Silvio.
Y sí, eran todos gordos.
El profesor menos, pero no me interesaba tanto, ja.
Vou escrever Edu, com certeza.
Obrigado pelo carinho, sempre.
Beijos.
Gracias Jorge!
Pasé por tu blog.
Buen comienzo!
Gostei muito do que li, texto muito descontraído... rsrsrs...
Muito obrigado Souza Pereira,
grande abraço!
Buenísimo Franco, cómo siempre...volviste con todo nene!
Besos
Sergio
Gracias Nene!
En cualquier momento te vuelvo a hacer personaje, ja!
Besos!
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