La adolescencia
me encontró en un colegio de curas. Y la tuve que atravesar sin mayor ayuda que
sus mentiras y contradicciones. Eran los años 70 y, para completar el panorama,
el país estaba gobernado por una nefasta dictadura.
Un tal Jesús, en
un libro que llaman Evangelio, decía de los sacerdotes de su tiempo: “Hagan lo
que ellos dicen, pero no lo que ellos hacen. Son sepulcros blanqueados, blancos
por fuera y solo podredumbre por dentro.”
Los curas que
administraban el colegio, cada primer viernes, nos hacían ir al templo para
asistir a misa y, sugerían, también nos confesemos. Claro que muchos nos
quedábamos a confesarnos porque nos permitía no estar en clase. Era habitual
que hubiese dos sacerdotes esperado oír confesiones: el padre Risso, severo e
impenetrable al que solo elegían como confesor uno o dos alumnos, y el cura
Veiga, que con sus modos singulares concentraba largas filas de espera de
alumnos que querían confesarse con él.
Entre sus
originalidades me vienen a la memoria su sotana muy sucia y su actitud infantil
cuando, al cruzarlo por los interminables corredores del colegio, se ocultaba
detrás de las columnas y comenzaba un imaginario tiroteo, como si estuviésemos
en una película del viejo oeste. Intercambio de disparos imaginarios al que
respondíamos entusiastas para verlo caer herido de muerte.
Pero lo más
extraño eran sus ideas, en particular, durante las confesiones. Como buenos
adolescentes, al salir de confesarnos con él, intercambiábamos experiencias.
Era una fórmula común entre nosotros, los arrepentidos, enumerar pecados que no
llamaran la atención de los confesores: “dije malas palabras, desobedecí a mis
padres, dije mentiras”, y cosas por el estilo. Entonces allí llegaba la
infaltable pregunta del padre Veiga; “¿Y el pajarito? ¿Estuviste jugando con el
pajarito? Era su extraña manera de preguntar si nos masturbábamos. En esos años
nos resultaba gracioso, claro, no sabíamos todavía del interés de muchos de
ellos por nuestros pajaritos.
El recuerdo más
atroz es del día que le confesé que, a mis quince años, me masturbaba. Su
respuesta me quedó retumbando en la cabeza hasta hoy. “Bueno, no es nada, no es
para preocuparse”, me dijo entonces, “sos un pibe sano y es normal que te
toques, no como esos negros villeros que están tirados en la cama todo el día haciéndose
la paja…”
Como decía uno de
los compañeros de aquellos años, hace poco tiempo, al recordar esta y otras
anécdotas de nuestra adolescencia: “Bastante bien salimos”.
14 comentarios:
A mi me preguntaban si había saludado al amigo....
Peto
que bravos los curitas...
Jorge
Qué interesante Peto.
Bueno...
Qué gente!
Sí, muy bravos Jorge.
Mejor tenerlos lejos.
Gracias por comentar.
Wue cura piola respecto a la intimidad de uno, pero que triste frase acompañada, sin duda tantos años de evangelio le hicieron olvidar al projimo, mucha gente considera al projimo solo al que acepta, lo demas no existe, o peor aun, se odia, discrimina, agrede.
Muchas gracias por comentar Rubén.
Parece que sí, que el prójimo es solo el que me gusta (según la visión de esta gente).
Por suerte podemos ver la diferencia.
Abrazo!
Lo comprendo y deseo continuar en la cama haciéndome la paja.
Marcelo
Bueno Marcelo, cada uno es cada uno.
:-)
Que padre confesor moderno se puede decir. Creo mismo que la grande mayoría jamás te daría una respuesta como esta, lo más común seria te recomendar una decena y media de oraciones como penitencia.
No soy contra religiones, creo mismo que son necesarias para parte de nosotros se ponga en contacto con temas y conceptos más abstractos y que pueden traer un cierto tipo de alivio e paz para la alma y la mente se crees en cosas como estas, claro, pero no pongo mucha esperanza en las personas que están por detrás de las religiones, estas me causan miedo y tristeza…
Amigo Melo, gracias por tu comentario.
Yo no lo llamaría de moderno, lo llamaría de pre juicioso.
Con el tiempo yo sí me he ubicado contra las religiones. Porque entiendo que las religiones las hacen los hombres y eso hace que millones de personas en el mundo sea engañadas, estafadas o, como en el mínimo hecho que relato acá, mal educadas por gente nefasta que solo le interesaba saber si te tocabas sexualmente(y hoy creo porque era eso lo que los excitaba)y dar una visión de la realidad tan retorcida y perversa como que los pobres se masturban porque no hacen otra cosa.
Me sumo a Lennon e intento imaginar un mundo sin religiones.
Abrazo!
Amigo, tienes toda razón. Creo mismo que el real deseo de ellos era mismo hacer más que solamente oír que los chicos se masturbaban pero las imágenes que los relatos construían en sus mentes debería ser algo digno de Sade.
Todo el concepto de castidad es muy y totalmente arcaico y se debería sacar para todo y siempre aunque sexo no es algo suyo o que nos distancia del divino mucho en contrario lo pienso.
Se así fuese, no habrían tantos casos de pedofilia, no crees? Y sí, el problema no son las religiones pero los hombres que las hacen….
Me quedo con usted y Lennon..
Cierto amigo Melo.
Los sacerdotes usan su poder (el del confesionario) para satisfacer sus bajos instintos.
La pedofilia es absoluta responsabilidad de la Iglesia en todos sus estamentos. El anterior Papa organizó el sistema para cubrir a los curas pedófilos. Este Papa perfeccionó el sistema.
Mientras tanto, los padres católicos ponen a sus hijos en sus colegios pensando que recibirán una educación de calidad, superior a la educación pública. Y reciben a cambio: hijos abusados.
Abrazo.
Hola Franco! Quiero preguntarte si el padre Veiga, al cual te referis, estaba o estuvo en el colegio San Francisco de Sales que esta en Almagro (Capital). Te lo pregunto por que yo conocí a uno así llamado y era
una masa!!! Y si sabes algo de él.
Gracias y un abrazo!!! Pablo
Hola Pablo!
Es muy probable que haya estado allí. Ya que era salesiano y ese es otro de los (tantos) colegios salesianos que hay en el país.
Yo lo conocí en los años setenta. Y después que dejé el colegio en el 78, nunca más supe de él.
Abrazo!
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