Montada para matar
Raul nos cuenta que trabajaba con él, en el aeropuerto de San Pablo, una mariquita muy flaca. - Rino era el nombre, siempre muy discreto durante el trabajo. No era muy amigo mío, éramos solo compañeros, él era más amigo de Ernesto ya que los dos eran empleados de la empresa VARIG, en la etapa anterior, antes de que la fundieran, desapareciera y fuera comprada por la empresa de aviación GOL.
Como dije, era un gay flaco y muy discreto, pero cuando se montaba o estaba entre pares, largaba todas las plumas, mariconeaba mucho y, además, era muy divertido, un muy buen imitador, sobre todo de los compañeros de trabajo. Le encantaba montarse de diva de cine mudo, o de bailarina de charlestón de los años 20, siempre con un lujo de detalles admirable. Era tan flaco que parecía que no comía nada, que solo fumaba; fumaba todo el tiempo, cuando se podía fumar en cualquier parte. ¿Se acuerdan?
Siempre que se montaba, se sacaba fotos de cada vestido, de cada producción, y nos las mostraba luego a los compañeros de trabajo. En su versión Drag Queen, le encantaba llamar la atención. Solía llegar a las fiestas en limosina. Si alguien no la veía llegar porque no estaba en la entrada, seguro escuchaba el comentario de cómo había llegado, dentro del evento.
Un día fue a una fiesta montada de bailarina de flamenco, con un vestido rojo con pintas, con muchos volados, abanico, tacones, castañuelas, peineta, mucho maquillaje, todos los detalles, mantón de Manila incluido. Pero esa noche tuvo poca suerte, porque a poco de llegar, alguien descuidado le pisa la cola del vestido de muchos volados y ella no se da cuenta. En eso, gira teatralmente como solía hacerlo y el vestido se rasga todo y queda medio desnuda en medio de la fiesta.
¿De qué se ríen?
-Delson, otro amigo del aeropuerto, - relata incansable Raul – estaba en pareja con un dentista. Éramos parte de un grupo de amigos, donde también había parejas hétero. Una noche, en una reunión en casa de Marcio y Patricia, Delson y su pareja, que también eran amigos de Rino, el que se montaba, y Ernesto, comienzan a contar las historias de los vestidos de Rino, que esa noche no estaba presente.
Los tres contaban historias y se morían de risa con las anécdotas. Los otros, los que conocíamos al protagonista de las anécdotas, también nos reíamos. Pero los otros presentes, Marcio y Patricia y las otras parejas heterosexuales, no le encontraban ninguna gracia a esas historias.
(Continuará)
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