Leer Fiestas, Baños y Exilios, el libro de Alejandro
Modarelli y Flavio Rapisardi, me abrió un panorama del que tenía algunas
referencias, pero desconocía en su mayoría.
Sin saber absolutamente nada acerca de la cultura de los baños públicos
de encuentro sexual, llamados “teteras” en la jerga gay, durante mi
adolescencia y juventud me había encontrado en más de una situación donde las
insinuaciones de otros hombres en los baños públicos me generaban curiosidad y
deseo, pero también duda y temor. Ser víctima de un robo o caer en la trampa de
la policía, me detenían ante cada insinuación.
Pero siempre hay una primera vez.
Sucedió en un baño de la ex línea
Sarmiento. A más de cincuenta kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Entré al
baño de la estación y me encontré allí con un Oso más que interesante. Vestía
ropas de trabajo y su aspecto era de lo más convencional, pelo corto, barba de
dos días, la mochila al hombro. Tenía unos cuarenta y cinco años y su cuerpo
grueso y redondo era un placer para mi vista. El estaba solo cuando llegué. Me
desabroché el pantalón, bajé el cierre y me disponía a aliviar la vejiga, que
para eso había entrado, cuando miré hacia donde él estaba y noté que no sólo
miraba mi pija sino que se masturbaba con una creciente erección. Quedé
sorprendido, el baño estaba vacío, pero la estación llena de gente. Sin decir
palabra, se agachó rápidamente, con movimientos gatunos, y comenzó a
chupármela. Pegué un salto del susto y salí del baño con bastante apuro para
reunirme con las personas que viajaban conmigo. Él, en cambio, salió muy
tranquilo y cuando llegó el tren, subió en el mismo vagón al que subimos mis
amigos y yo. El tren venía lleno y quedamos todos separados. Cuando llegó el momento
de bajar, se las ingenió para pasar muy cerca de mí y me dejó un papelito en la
mano. Lo puse sin mirar en el bolsillo y seguí haciéndome el distraído.
Cuando estuve solo
lo miré y vi que solamente tenía un nombre y número de teléfono. Durante unos
días no me animé a llamar.
– Holaaaaa– dijo una voz de un nene
de muy pocos años del otro lado del teléfono, cuando por fin me atreví a discar
el número del papel.
– Hola, ¿estaría Daniel?– pregunté un poco confundido.
– Sí, ya te paso. Chauuuu.
En aquellos años, para mí, los hombres que frecuentaban otros
hombres, no incluían hijos.
– Hola.
– Hola, ¿Daniel? – pregunté.
– Sí, ¿quién habla?
– Hola, me dejaste tu teléfono el día que “nos
conocimos” en el tren.
– Ah, hola, vos llamás por el
trabajo de arreglos de albañilería– dijo muy convencido.
– Claro– respondí siguiendo el juego.
– Bueno, decime la dirección y cuando puedo ir a ver el
lugar.
Arreglamos un día y un horario para encontrarnos. El trabajo se lo
hice yo: era insaciable. Fue todo como la imaginación más elemental podía
preverlo tras la osada escena del baño: hubo desnudez, caricias, abrazos,
besos, bocas recorriendo los cuerpos, penetraciones por donde dé placer.
Cuando salíamos de casa le pregunté
por quién me había atendido.
– Uno de mis hijos, no sé cual.
– ¿Y tenés muchos hijos?– le pregunté, bastante curioso.
– No, no muchos: seis.
– Ah, ¿y vivís con tu mujer?
– Sí. Cuando vuelvas a llamar, siempre decí que es por un trabajo.
Soy albañil, y hago arreglos varios.
– ¿Y ella no sospecha nada?
– No sé. Cuando tengo sexo con ella siempre le pido que me ponga
juguetes en el culo. Si ella sospecha algo, está bien, igual trato que se dé
cuenta. Incluso a veces hablamos de invitar a un tercero a muestra cama.
– ¿Y?
– No, todavía no se anima. ¿Vos vendrías?
– No, no creo, vos sos muy lindo, pero no me gustan las
mujeres.
Ya estábamos cerca de la parada de colectivos donde él tenía que
esperar el suyo. Se detuvo un momento y me dijo.
– Tengo la nena de catorce que está
nueva. Si la querés, por cien pesos la estrenás.
– Te agradezco, pero no.
Lo saludé y volví sobre mis pasos. No lo volví a llamar nunca más.
21 comentarios:
@Osofranco MUY BUENA ANECDOTA. ME DIÓ UN POKO D ESCOZOR EL FINAL. BESOS
@FABYCHASER
Muito interessante a sua iniciativa de criar este espaço, estarei sempre nele, forte abraço amigo,
besos en tu corazon
Good!
Michel
Muchas gracias Faby.
El final es terrible. Pero me pasó de verdad, allá por el año 99.
Abrazo.
Muito obrigado Orfeu.
Espero você por meu site.
Grande abraço.
Thanks Michel.
Welcome!
Com certeza visitarei sempre, gosto muito!
estan bien las historias, pero a mi entender se quedan a mitad de camino. como q le faltan una vuelta de tuerca o un para mas de descripción para generar un mejor gancho, pero esta bien de todos modos
abrazo
Muchas gracias Unknown
Un abrazo.
Lo felicito por otro gran relato, sr Oso Franco.
Excelente narrativa.
Final macabro, si los hay. :/ Igual, brillante relato. :)
Gracias Martín.
La realidad puede ser macabra.
Abrazo!
Es en verdad increíble el tipo de personas que uno se puede encontrar en estos lugares, y en muchas ocasiones la realidad supera la ficción aunque a veces en este caso y por el final del relato seria mejor que no fuera así. En fin, un estupendo relato como siempre Sr. Franco.
Un saludo desde mexico
Muchas gracias por pasar y comentar Alexander.
Un gran abrazo a México!
Hola Franco, como andas?
Interesante relato con un crudo final. Me gustan mucho tus relatos, solo te pido un poco mas de detalle cuando describas a los gorditos que participan en las historias.
Un abrazo.
Hola Tommy, todo bien por acá. Gracias!
Ok. Lo voy a tener en cuenta, lo de dar más detalles sobre los gorditos.
Ocurre que este texto lo tenía escrito desde hace algunos años y nunca lo había publicado.
Abrazo!
A mi siempre me generó una mezcla extraña entre morbo y miedo el entrar a una tetera, lo hice varias veces en una época que estaba al pedo y no sabía de otros lugares de encuentro. Ahora me da más miedo que morbo, así que me abstengo de esos lugares, que tampoco abundan...
Un abrazo grande
Sergio
A mi siempre me dio miedo.
La primera vez que me di cuenta que me estaban queriendo levantar en una tetera fue durante la dictadura y, además, yo estaba en el seminario. Doble temor. Que me lleven los represores por puto y que me echen del seminario por idem...
Si bien ahora hay menos lugares que en otras épocas, sigue habiendo levante en varios baños.
Abrazo Amigo!
Ea Franchesco!
Durísimo, un re bajonazo ese final... me venía pareciendo divertida la anécdota pero bajé como loco con ese broche innecesario; pero innecesario no en tu crónica sino en la situación; me pinta que ante una cosa asi lo recago piñas a ese tipo... entregar una hija por guita, seas gay o astronauta es de reverendo hijo de puta, y peor todavía pagar por una cosa asi... cualquiera loco, cual quie ra... pero bueno, es lo que te sucedió.
Los baños públicos son como templos, no?... muchos los usarán para hacer la descarga fisiológica que los justifica, y ya... otros si bien los usamos para hacer la misma descarga, nos pone en una situación que no deja de inquietarnos, de ponernos un poco nerviosos: la mirada de los otros, las sospechas de una seducción inminente, la curiosidad de ver el pito del vecino sin que eso se perciba como un invite venéreo ahhaha y cosas asi; sí, ya se, es re histérico... pero los más capos de todos me parece que son los que van a pescar una cuota extra de placer, y lo hacen sin taaanta vuelta; ahora que lo pienso, me parece que es el sentido más claro de esos lugares jajaja o sea, la forma de los mingitorios, cómo se distribuyen... no sé, está muy claro, no jodamos ahaha
Bueno, Franch... ando como loco con el estudio pero me hago un tiempo para pasar a leerte porque tus historias están buenas, me dejan pensando cosas, y para devolverte algo comentando.
Un abrazo, Diego
Muy buen comentario, como siempre Diego.
Gracias!
Del tipo, jamás podría imaginar un ofrecimiento así. Me dejó sin reacción.
Y mirar en las teteras debería ser deporte olímpico. jejeje
Abrazo!
Y no dejes de estudiar por leer este blog!!!! je
cómo o dónde conseguir el libro Fiestas, Baños y Exilios,
El libro está agotado.
Yo lo conseguí en una librería de usados de la Av. Corrientes hace unos 10 años.
Saludos.
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