Mientras terminamos con Guibu (El ósculo hirsuto) el segundo episodio de esta historia (también con guión que me pertenece) les dejo el primer episodio en un solo posteo.
Para los que se lo perdieron.
Para los que les gusto y lo volverían a leer.
Aquí: Dos Gordos audaces: Curtis & Moore.
Gordo puto, amén
Un Oso argentino
jueves, 30 de enero de 2020
jueves, 2 de enero de 2020
Charlando con un pedófilo
El suicidio del pedófilo
Hace unos días se suicidó un cura, Eduardo Lorenzo, acusado de ser pedófilo.
Abusó de varones menores durante décadas.
Vivía en una casa propiedad de la organización católica Cáritas (cuando decimos que el Vaticano protege pedófilos, es esto...)
Cuando salió el pedido de detención, se mató cobardemente de un tiro.
Cómo conocí a Eduardo Lorenzo, pedófilo
Los que siguen este blog ya deben saber que estudié en un seminario para ser cura.
La mayor parte de los estudios los cursé en el seminario San José, de la ciudad de La Plata.
Cuando uno ingresa a un seminario puede hacerlo por la diócesis que le corresponde geográficamente: mi familia vivía en la diócesis de San Justo, y yo ingresé al seminario por esa diócesis.
Pero también uno puede elegir otra diócesis que no sea la que le corresponde: vivir en una localidad y elegir como pertenencia otra diócesis.
Esta era la situación de Eduardo Lorenzo. Su familia vivía en la ciudad de Buenos Aires pero ingresó al seminario por la misma diócesis a la que yo pertenecía, San Justo.
Nunca quedó muy claro por qué tomó esa decisión. Tal vez lo contó... pero no lo conservé en la memoria.
En la casa del pedófilo
Aunque era mayor que yo estaba dos cursos detrás del que yo cursaba.
Un verano nos invitó a los compañeros de diócesis a visitarlo en su casa, era diciembre, y no había nadie más que él en la casa del barrio de Balvanera.
Fue una merienda tranquila. Escuchamos algo de música. Tomamos unos mates...
Nada para destacar.
El pedófilo se muestra, sutilmente
Cuando ya habíamos establecido un cierto vínculo, sobre todo el momento del regreso al seminario los domingos por la noche, contó algo que no creo que todos los presentes hayan captado.
(Aclaración pertinente)
En la diócesis de San Justo hacía un par de años había llegado un cura desde la provincia de Córdoba. Nos fue presentado como Carlos Carranza. Y todos sabíamos de cuál parroquia fue nombrado párroco al momento de llegar.
Una mañana yo estaba en el obispado de San Justo, Jorge Carreras era el obispo, y mientras esperaba para hablar con él llegó el correo.
Me ofrecí para distribuir la correspondencia en los casilleros que le correspondía a cada parroquia y me dijeron que podía hacerlo.
Ubiqué todas las cartas (las que iban dirigidas a las parroquias y a los curas -los seminaristas sabíamos el destino de todos los curas de nuestra diócesis-) menos una...
Me acerqué al secretario del obispado y le pregunté quién era el presbítero Carlos Árias, que recibía una carta de Córdoba.
"Es Carlos Carranza", respondió con total naturalidad. Ponelo en la casilla de su parroquia.
(Volvemos)
Un domingo por la noche mientras esperábamos el Río de La Plata, el transporte que nos llevaba de Buenos Aires a La Plata, nuestro entonces compañero de estudios Eduardo Lorenzo, cuenta que:
"Ayer, sábado a la tarde, yo estaba en la estación de trenes de Retiro. Esperaba un tren que salía en unos minutos. Y vi al padre Carlos Carranza que me pasa cerca, pero se hace el que no me conoce... Entró al baño de la estación. Y unos minutos después salió con toda la ropa desprolija y como acalorado, transpirado..."
La mayoría no entendió qué quería decir.
Como nadie preguntó nada él dijo: "raro, no?"
Buscando complicidad
El futuro padre Eduardo Lorenzo, pedófilo suicida, buscaba complicidades.
Tiró la carnada para ver si alguno de los que allí estábamos picaba.
En ese momento nadie hizo comentario alguno que lo delatara.
Si le funcionó a futuro, si alguno luego le admitió que entendía de qué hablaba, lo desconozco.
Yo mismo desconocía en esos años el significado de esas rutinas en las teteras de Buenas Aires.
El futuro abusador de menores nos contaba que estaba haciendo tetera en Retiro y que uno de los que allí concurría era un cura de nuestra diócesis y que no tenía reparos en tener sexo en los baños públicos.
Con los años supimos que Carranza-Arias se venía escapando de Córdoba por escándalos sexuales y el obispo de San Justo lo designó párroco sin importarle nada.
Hay curas pedófilos?
Muchos.
Los obispos saben?
Claro.
El Vaticano sabe?
Obvio, y los cubre.
Hace unos días se suicidó un cura, Eduardo Lorenzo, acusado de ser pedófilo.
Abusó de varones menores durante décadas.
Vivía en una casa propiedad de la organización católica Cáritas (cuando decimos que el Vaticano protege pedófilos, es esto...)
Cuando salió el pedido de detención, se mató cobardemente de un tiro.
Cómo conocí a Eduardo Lorenzo, pedófilo
Los que siguen este blog ya deben saber que estudié en un seminario para ser cura.
La mayor parte de los estudios los cursé en el seminario San José, de la ciudad de La Plata.
Cuando uno ingresa a un seminario puede hacerlo por la diócesis que le corresponde geográficamente: mi familia vivía en la diócesis de San Justo, y yo ingresé al seminario por esa diócesis.
Pero también uno puede elegir otra diócesis que no sea la que le corresponde: vivir en una localidad y elegir como pertenencia otra diócesis.
Esta era la situación de Eduardo Lorenzo. Su familia vivía en la ciudad de Buenos Aires pero ingresó al seminario por la misma diócesis a la que yo pertenecía, San Justo.
Nunca quedó muy claro por qué tomó esa decisión. Tal vez lo contó... pero no lo conservé en la memoria.
En la casa del pedófilo
Aunque era mayor que yo estaba dos cursos detrás del que yo cursaba.
Un verano nos invitó a los compañeros de diócesis a visitarlo en su casa, era diciembre, y no había nadie más que él en la casa del barrio de Balvanera.
Fue una merienda tranquila. Escuchamos algo de música. Tomamos unos mates...
Nada para destacar.
El pedófilo se muestra, sutilmente
Cuando ya habíamos establecido un cierto vínculo, sobre todo el momento del regreso al seminario los domingos por la noche, contó algo que no creo que todos los presentes hayan captado.
(Aclaración pertinente)
En la diócesis de San Justo hacía un par de años había llegado un cura desde la provincia de Córdoba. Nos fue presentado como Carlos Carranza. Y todos sabíamos de cuál parroquia fue nombrado párroco al momento de llegar.
Una mañana yo estaba en el obispado de San Justo, Jorge Carreras era el obispo, y mientras esperaba para hablar con él llegó el correo.
Me ofrecí para distribuir la correspondencia en los casilleros que le correspondía a cada parroquia y me dijeron que podía hacerlo.
Ubiqué todas las cartas (las que iban dirigidas a las parroquias y a los curas -los seminaristas sabíamos el destino de todos los curas de nuestra diócesis-) menos una...
Me acerqué al secretario del obispado y le pregunté quién era el presbítero Carlos Árias, que recibía una carta de Córdoba.
"Es Carlos Carranza", respondió con total naturalidad. Ponelo en la casilla de su parroquia.
(Volvemos)
Un domingo por la noche mientras esperábamos el Río de La Plata, el transporte que nos llevaba de Buenos Aires a La Plata, nuestro entonces compañero de estudios Eduardo Lorenzo, cuenta que:
"Ayer, sábado a la tarde, yo estaba en la estación de trenes de Retiro. Esperaba un tren que salía en unos minutos. Y vi al padre Carlos Carranza que me pasa cerca, pero se hace el que no me conoce... Entró al baño de la estación. Y unos minutos después salió con toda la ropa desprolija y como acalorado, transpirado..."
La mayoría no entendió qué quería decir.
Como nadie preguntó nada él dijo: "raro, no?"
Buscando complicidad
El futuro padre Eduardo Lorenzo, pedófilo suicida, buscaba complicidades.
Tiró la carnada para ver si alguno de los que allí estábamos picaba.
En ese momento nadie hizo comentario alguno que lo delatara.
Si le funcionó a futuro, si alguno luego le admitió que entendía de qué hablaba, lo desconozco.
Yo mismo desconocía en esos años el significado de esas rutinas en las teteras de Buenas Aires.
El futuro abusador de menores nos contaba que estaba haciendo tetera en Retiro y que uno de los que allí concurría era un cura de nuestra diócesis y que no tenía reparos en tener sexo en los baños públicos.
Con los años supimos que Carranza-Arias se venía escapando de Córdoba por escándalos sexuales y el obispo de San Justo lo designó párroco sin importarle nada.
Hay curas pedófilos?
Muchos.
Los obispos saben?
Claro.
El Vaticano sabe?
Obvio, y los cubre.
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